Forja mi clavo de acero, con tu lengua
incandescente… y dale forma, con tus labios turgentes.
Golpéalo, con tus paralelos mazos imponentes…
y clávalo en tu cuerpo, como cuchillo clavado en manzana ruborizada.
Abárcame, con tus manos de hiedra y tus pies
de enredadera… y átame, contra tus duros senos, haciendo que mis manos
presionen, tus exuberantes caderas.
Cinco minutos, cinco nada más, sin
movimientos bruscos y sin balbucear… solo amoldando la entrada de tu fresa, a
mi duro acero que no está forjado de puro metal.
Clávame en tu sexo, con la fuerza del
huracán… mientras yo te clavo en mi mente, con la espada candente del titán.
¡Y yo de nuevo reiteraré!
Cinco minutos, cinco me bastarán, para
conocer la gloria… explotando como traca, dentro de tu bosque virginal.
Nadavepo.
Maravilloso
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