Millones de veces me pregunte…
Porque me
excitaban tan locamente tus piernas.
Hasta que un día en los preliminares…
Lo descubrí muy
gratamente.
Sentado al borde de la cama…
Mi vello se erizaba,
contemplando como deslizabas tus pantis por tus interminables columnas.
Cuando dejaste tus carnes prietas al desnudo…
La bilirrubina
se me disparo, como muelle en presión al ser liberado.
Muslos blancos…
Como la cal que
blanquea las casas en Andalucía.
Rodillas esféricas…
Como los
planetas del universo.
Tobillos geométricos…
Que sostienen el
estandarte de tu cuerpo.
Talones de pulido acero…
Que marcan
huellas imborrables.
Uñas de espejo…
Donde se
reflejaba mi más profundo deseo.
Elevas uno de tus juncos…
Y me lo pones
sobre el pecho, quieres tumbarme pero yo no te dejo.
Como joya de platino…
Con suavidad lo
cojo entre mis manos, lamo los huecos entre tus dedos mientras contemplo como
la piel de escalofrió recorre tu cuerpo.
Por fin me dejo tumbar…
Para el deleite
de tu paladar.
Abres tus dos pilares sobre mi cuerpo…
Y como rio
caudaloso desde abajo te contemplo.
Panorámica de locura…
Desde abajo veo tu media luna.
Elevas sin esfuerzo…
La nave que
quiere clavarse en el cráter de tu media luna.
Ahora ya no tengo que preguntarme…
Porque tus
interminables obeliscos son tan erotizantes.
Ahora entre mis piernas…
Hay un latido al
cual no tengo que preguntarle, él me dice porque navegar entre tus piernas es
tan excitante.
Nadavepo.
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