miércoles, 15 de octubre de 2025

El Espejo Dorado (Desenlace)

 


caballero… dejando atrás la contemplación para entregarse a la pasión.

 La luz tamizada de la habitación, que hasta hacia un momento había iluminado la perfección estática del espejo, ahora se concentraba en la cama amplia y deshecha, el único destino concebible. Asdrúbal avanzó con Rut en sus brazos sintiendo su peso liviano, una pluma de deseo que contrastaba con la firmeza de su propia musculatura. No la arrastraba con rudeza, sino con la urgencia mecida al viento, esa metáfora de ligereza y destino que ella misma había insinuado.

 La depositó sobre la seda fría de las sábanas, mientras su esmoquin crujía ligeramente en protesta por la contorsión. Ella se hundió un instante en el colchón mientras su mente procesaba la imagen del espejo… la de una mujer deseada, ahora lista para ser adorada.

 Asdrúbal no se apresuró a unirse a ella por completo. Se tomó un momento para observarla, apoyando una rodilla en el borde de la cama, la mitad de su cuerpo todavía enfundada en el esmoquin y la otra mitad ya rendida al fuego.

 La danza inusitada comenzó con sus manos. Se movieron con una lenta e intensa veneración, más allá del deseo era el gozo de quien está descubriendo algo muy bello por primera vez. Cada caricia era una nota musical que se elevaba en un pentagrama interminable. Él trazó el contorno de sus caderas, sus dedos se deslizaron por la línea de sus muslos  y luego ascendieron hasta su vientre, donde la piel era especialmente sensible.

 Rut se unía a esta partitura con un gemido bajo, su cuerpo arqueándose hacia el roce de una mano acariciando un instrumento de cuerda. No había prisa, solo una concentración casi ritual en el placer mutuo.  

  Mientras sus manos tejían su propia historia en la piel de Rut, ella se ocupó de la última barrera: sus dedos ágiles y precisos se ocuparon de la camisa de Asdrúbal, liberando los pequeños botones y deshaciendo el nudo de la pajarita. Era un acto de seducción en sí mismo: ella desnudando a su depredador para igualar el campo de juego.




 El esmoquin, esa armadura de rectitud fue lo último en caer, retirándolo con un movimiento seco, que hizo resonar el golpe de la tela contra la alfombra. El contraste se había disuelto: ahora eran dos cuerpos cálidos y libres en la penumbra.

 Él se posó sobre ella pero no con su peso total, sino casi  flotando, solo sostenido por su brazo derecho. Sus ojos antes llenos de contemplación distante, se habían oscurecido con la urgencia. Este contacto más íntimo, piel contra piel era la culminación de la tensión… que se había fraguado desde el primer momento frente al espejo dorado.

 Rut entrelazó sus piernas en la cintura de él, acercándolo hasta casi fundirse los dos cuerpos en uno. Su aliento cálido y turbulento como una tormenta envolvía el cuello de Asdrúbal, esto fue el detonante para que la danza erótica cambiara de ritmo. Ya no era un movimiento lento y suave, era una sinfonía de ritmos crecientes, que casi hacen que sus cuerpos se hubieran fundido como la mantequilla… en el grill más ardiente del planeta.

 Rompieron músculos y tendones de placer, pues jamás una espera había sido tan extenuante. La adrenalina había hecho enrojecer los ojos de ambos, de tal manera que las feromonas generadas solo tenían escape por los poros de su piel.

 Elegancia que se rompe, cuando el sexo ruge desaforadamente… Y lo delicado, puede llegar a ser lo más vulgar entre el sexo más caliente.

 

 

 Alejandro Maginot 

 


lunes, 13 de octubre de 2025

El Espejo Dorado (Segunda Parte)

 


morbosa carrera sensual, que ninguno de los dos sabia quien acabaría primero.

 El cierre de metal que el vestido tenía en la espalda, fue abierto por Asdrúbal liberando la tela de seda, que por un instante se aferró al cuerpo de ella como en un último suspiro. Él, con la maestría de quien conoce cada línea y curva de la arquitectura femenina, solo uso dos dedos para dejar caer el vestido como una hoja descolgada por el viento.

 Rut  se sostuvo firme, sus ojos arco iris fijos sobre el espejo, no querían perderse el momento en el que una mujer vestida se transformaría en una silueta femenina desnuda. El brillo de sus pupilas era un fuego gélido, una mezcla de placer por contemplar la belleza de su cuerpo desnudo y la excitación por la expectación de su amante.

 El esmoquin de Asdrúbal, rozó la tela de seda del vestido de Rut mientras este se deslizaba por su cuerpo. El inclino la cabeza y deposito un suave y cálido beso en su nuca, el fuego de sus labios creo un escalofrió en el cuerpo de Rut… que nada tenía que ver con la temperatura de la habitación.

      -"Es un desperdicio, que la escultura perfecta de tu cuerpo este cubierta por este retal de tela" 

      Susurro Asdrúbal refiriéndose a su precioso traje negro. Mientras sus manos acariciaban los hombros desnudos de Rut.  

      -"El arte debe ser apreciado, primero insinuado y luego desnudo" 

       Replicó ella con un hilo de voz casi inaudible por alguien que no estuviera entre los dos, mientras seguía contemplando la desnudez de su cuerpo en el espejo.

El traje de Rut había caído, haciendo un montón de elegante tela negra a sus pies. La piel morena de Rut era ahora la protagonista absoluta, iluminada por la luz de los candelabros. En el reflejo dorado que creaban esos marcos, la silueta de la mujer, con la espalda arqueada y la cabeza levemente echada hacia atrás, era el centro de la obra.




 Asdrúbal rodeó su cintura con sus brazos, atrayéndola hasta apretar su espalda contra su pecho. El contraste era absoluto: la suavidad aterciopelada de su piel contra la rigidez de la camisa del esmoquin de Asdrúbal, pero aun así el contacto directo de sus cuerpos, encendió la chispa que había estado danzando entre ellos.

 Ella se recostó totalmente contra él, sintiendo la firmeza de su cuerpo. El caballero del esmoquin, que había estado estático en modo contemplativo… era ahora un participante más que activo.

 Rut cerró sus ojos, ya no necesitaba contemplar. El reflejo de ellos dos en el espejo, era un recuerdo bello y hermoso en su mente, pero la pura realidad estaba detrás de ella, la urgencia por sentir, degustar, oler, era infinitamente superior a lo que podía soñar en aquel momento.

      -"No te alejes" 

      Ordeno ella con un profundo suspiro, con el tono de una reina que da una orden, sabiendo que no será desobedecida.

 Él no contesto con palabras, en esta ocasión fueron sus manos las que hablaron explorando cada rincón de su cuerpo. Con un movimiento suave y resuelto, Asdrúbal, levanto sus brazos empezando a besar y lamer sus axilas. Poniendo a Rut en una marcha difícil de parar.

 La imagen final llego en forma de resultado, la mujer morena de ojos color indescifrable se encontraba entre los brazos de un...


 Alejandro Maginot.


 Continuara...


sábado, 11 de octubre de 2025

El Espejo Dorado (Primera Parte)

 


  La seda fría del vestido de noche de color negro, se deslizaba sobre la piel morena de Rut como una sombra a cada paso que daba, ajustándose con una precisión impecable a cada curva  de su cuerpo. Ella se detuvo frente al espejo, un espejo de marco dorado y ornamentado con una serie de filigranas que le daban un toque renacentista, una pieza muy antigua que reflejaba la luz suave de la habitación… multiplicando el brillo de las perlas de su collar.

 Sus ojos hacían un contraste asombroso según la luz que les llegaba, bailaban entre azul, verde o color miel. Imposible definirlos en aquella habitación de luz tenue, su mirada era un reflejo lento y delicado de su propia imagen. La imagen de una mujer que se encontraba en la cúspide de su belleza y poder.

 El collar de perlas blancas, perfectamente colocado en su cuello, era la única nota de inocencia en un conjunto de pura seducción. Lentamente alzo la mano y toco el broche del collar, su respiración se agitaba al imaginar el roce de otros dedos intentando desabrocharlo.




 Al fondo de la habitación, sentado en un sillón de cuero de la misma época que el espejo dorado, se encontraba Asdrúbal. Estaba inmóvil contemplando absorto la escena, vestido con un impecable esmoquin rematado con su pajarita de seda. Parecía estar camuflado en la penumbra del habitáculo, su mirada no expresaba un deseo vulgar, mostraba una contemplación profunda, como el que medita contemplando un cuadro del Prado.

 La tensión entre ellos era palpable, un hilo invisible que vibraba en el aire hacia que sus mentes estuviesen coordinadas. Al igual que él, Rut lo intuía, así que giro su cabeza solo lo suficiente para atrapar  el reflejo de Asdrúbal junto al suyo en el espejo. En ese instante fugaz, sus ojos casi multicolores se encontraron con los de Asdrúbal, que reflejaban una calma profunda. Una sonrisa suave y cargada de significado curvó levemente sus labios, mientras en su mente de preguntaba: ¿Es este el momento? ¿Me estas esperando? 

 Asdrúbal no necesito preguntarse nada, se levantó lentamente del sillón y con el movimiento tranquilo y deliberado de un depredador se dirigió a su presa, caminando sigilosamente hasta detenerse justo detrás de su espalda. Su presencia, caliente y masculina envolvió totalmente a Rut.

 Asdrúbal inclino su rostro y murmuro con una voz profunda:

      - "Perfecta".

Sus manos no tocaron la tela del vestido, se posaron suavemente sobre el cuello de Rut, justo sobre el cierre del collar. Ella cerró sus ojos sintiendo el calor de sus dedos sobre su piel. Con una lentitud exasperante, Asdrúbal desabrocho el collar de perlas sin dejar de mirarla a través del espejo. Las perlas cayeron sobre la palma de la mano de ella, haciendo un suave ruido.

 Libre de la única restricción, el vestido negro de Rut parecía vibrar con anticipación. Asdrúbal deslizo sus dedos por el escote del vestido, subiendo con su dedo índice, marcando un erótico camino desde el esternón hasta su cuello.

 Un gesto de placer se dibujó en los labios de Rut. La caída del collar sobre la palma de sus manos, fue el inicio de salida de una


      Alejandro Maginot.


       Continuara...


 

sábado, 8 de marzo de 2025

La cogorza

 




 Con la cogorza, derrame en tu sostén una copa de rioja y en vez de blanco parecía rosa.

 Te cabreaste un montón diciéndome:

¿Qué haces melón? Mira como me has dejado el sujetador.

 Yo un poco perjudicado, te respondí:

Míralo por el lado positivo, por el precio de uno tienes dos… ni en el Primark lo vas a encontrar mejor.

 Me miraste muy enfadada y me dijiste:

¡Esta noche se la vas a meter a tu hermana! Veras como así no metes la pata.

 Yo sin darle mucha importancia a la situación, me puse a bailar un rock and roll.

 Tú bufabas como la chimenea de una locomotora, y esperando a que yo me despistara con el móvil disimulabas.

 En un momento dado, tuve que ir al urinario pues los fluidos se calentaban y sin poder evitarlo casi me meaba.

 Cuál fue mi sorpresa al salir, verte esperando en la puerta del baño con cara de estar maquinando lo que me ibas a hacer.

 No se te ocurrió otra cosa que pegarme un puñado en los huevos, que casi me transportas a Marte. Menos mal que ya había vaciado mi vejiga, pues con ese puñado me hubiera reventado hasta la barriga.

  ¡Ahh!

 Se me escapo este grito lastimero, que solo se le escapa a un perro cuando le pisas el rabo.

  ¿Pero qué haces chiquilla? Me quieres dejar estéril.

  Estéril o esmeril, me da igual cómo te puedas quedar… pero por otro bochorno no me haces pasar.

Estamos entre amigos, no creo que eso sea motivo para castrarme de esta manera. ¡Y por favor suelta ya lo que cuelga! Que me la vas a dejar plana como un tablón de madera.

Pues plana o cuadrada con ella hago lo que me da la gana, y si no te gusta aprende a comportarte.

  ¡Pero mujer! Sabes que no soy muy bebedor, que solo bebo cuando salimos con los amigos y al no estar acostumbrado con pisar un tapón de rioja cojo la cogorza.

 Por fin me soltó los cataplines, que alivio sentí. Pero cuál fue mi incredulidad cuando al soltármela me pude empalmar.

¿Por qué no la coges ahora con más cariño? Ya sabes que no tiene púas como un erizo.

¡Que te la coja tu madre!

 Dijo con muy mala leche.

Pues sabes lo que te digo: que si tu coño tuviese dientes como tiene fortaleza a la verga más caliente le arrancaba la cabeza.

 Entrabamos en la dinámica del cabreo y los insultos cachondos, que a veces dan resultado para poner caliente a los seres más civilizados.

Yo te digo lo siguiente, tú dices siempre como los italianos: cuando el pene es potente avanti con el pene, cuando el pene mengua avanti con la lengua y cuando el pene y la lengua menguan… avanti con el culo pero siempre avanti.

 No pude más que soltar una tremenda carcajada, pues intuía lo que se avecinaba, ella se estaba ablandando y su cuerpo se estaba preparando.

 Sin darle tiempo a acabar la frase, le metí la mano bajo su corta falda y palpe la humedad que había en sus bragas. Sin más preámbulo ni cortesía la metí en el baño de señoras apestillando la puerta. La puse con las palmas de las manos contra la pared como si la fuera a cachear y con una mano le subí la falda mientras con otra le baje las bragas hasta las rodillas.

 Ya se le había pasado las ganas de replicar y gritar, ahora solo se oía su reparación acelerar. Antes de comenzar el fuego de artillería, le metí un dedo en la vagina, y moviéndolo convulsivamente logre que unas lágrimas saltaran desde su coño hasta mi pene, que para entonces ya estaba desenfundado.

 Al ver que todo estaba dispuesto y bien lubricado, la penetre con fuerza y desparpajo mientras se aceleraba su ritmo cardiaco.

 Fue mortal ver, cuando la achuchaba como sus peras contra los azulejos daban.

¿Dime ahora lo que me decías de los italianos? Que después de tu coño será follado tu ano.

¡Calla cabrón y sigue haciéndome daño! Que las entrañas por dentro me las estas desgarrando, así que aprieta como si no hubiera un mañana… pues no me vas a romper, no soy muñeca de porcelana.

 

   Alejandro Maginot


miércoles, 5 de marzo de 2025

Chupete

 




 Cuando era pequeñito me gustaba que me  untaran el chupete en miel, ahora que soy mayorcito… me maravilla mojar mi chupete en tu chochito, que es tan bonito como el amanecer.

 Rudimentarias y cansadas son las escaleras que subo para llegar a casa, no es lo mismo que tenerte penetrada… que el esfuerzo de empujar para hacerte disfrutar es como volar.

 Almendras y turrones te ofrecen en todas las ferias a las que acudes, yo me conformo con tus dos manzanas caramelizadas y ese algodón de azúcar… que es tu pubis cuando me sube a la luna.

 Doloroso es acacharse para cavar la tierra, menos doloroso es estar entre tus piernas… lamiendo ese jazmín que entre tus ingles se encuentra.

 Bogar rio arriba en un bote de remos, es extremadamente duro a cada remada, no tiene nada que ver lo fácil que es bogar en tu boca… que ni me canso ni paro hasta que el aire nos falta.

 Qué difícil es andar por casa cuando la luz se va, con la claridad que hay cuando tu estas, pues tus ojos son dos luceros que no dejan de brillar…  que ni las estrellas del cielo los pueden eclipsar.

 Si fuese un gladiador a punto de morir y me concedieran un deseo, pediría hacer el amor contigo para creerme ya en el cielo…

 ¡Y ahora que me corten la cabeza, que yo no pienso sacarla de entre tus piernas!

 

    Alejandro Maginot.

 


viernes, 24 de enero de 2025

Bodegón

 




 Hoy quiero dibujar un bodegón, liberando mi pincel para usarlo en toda su expresión… sin usar sintéticos que coarte su erección.

 Utilizare tonos suaves de color, aunque no prometo que se sostengan en la paleta si tú me aprietas… y haces que con mi imprudencia y tu alboroto tiremos el caballete a lo loco.

 Empezare por una fresa con la forma de tus labios, manchada de óleo la plasmare en un lienzo… mientras los acaricio con mis manos.

 A su derecha e izquierda pintare, dos manzanas coronadas con unas cerezas bien rosadas… mientras mi brocha se desabrocha besando tus pechos.

 Continuare dibujando una uva, que si la observas con detenimiento veras que está situada en el centro de tu cintura… mientras yo con mi lengua la despellejo atacado de los nervios.

 Y una cuarta más abajo de la uva, detallare una castaña con su bonita raja… y te veré gozando mientras mi pincel entra volando.

 Sin remedio y para rematar este bodegón, quiero coronarlo con dos esbeltos jamones… los que al moverse me hacen correrme y salirme del cuadro.

 Pero tú me recuerdas que no quedara bien, si no hago con mi brocha una botella de rioja… que al inclinar el óleo en tu raja se derrama, como la sabia de un árbol bajando por sus ramas.

 Ya no sé dónde está el lienzo, ni mi pincel, ni tu castaña. Ya loco me has dejado y del bodegón me llevas a tu lago… donde floto anonadado, mientras mi sudor refleja todos los cuadros que te he pintado.

 

 Alejandro Maginot.



martes, 19 de noviembre de 2024

Como una flecha

   




 Después de un año juntos y con un comportamiento en el sexo ejemplar, ¡seguramente por mi timidez o por desconocer los campos de la lujuria! Aquel fatídico día me lance sobre ti como una flecha, a la velocidad que la cuerda del arco la arroja sobre el centro de la colorida diana.

 Yo creía que con estas frases te caldearía…

Sellaré con mis labios tu boca como si fuesen una ventosa que no te dejara respirar… no podrás ni suplicar.

Morderé tu cuello con la fuerza de un tiburón, entre corales multicolor… y me dirás que no deje de apretar.

Apretaré con mis diabólicas manos tus senos turgentes, a la sombra de las pirámides del faraón Keops… y tu contestarás, por Dios que no salga el sol.

Impregnaré con mi saliva tu ombligo, en cualquier lugar donde nos situé el destino… mientras gimes sin escala de sonidos.

Mi lengua malvada y viperina, lamerá el circulo que está más abajo de tu vagina, hasta que te retuerzas como el rojo regaliz… mientras vapeas sin control por tu nariz.

Mis dedos arlequinescos en el interior de tu sexo harán malabares que quebraran tu voluntad… mientras tú de placer no pararas de llorar.

Y cuando en el punto más álgido estés, mi verga loca y disparatada te follará hasta dislocar tu cuerpo cual marioneta… mientras tu vuelas como una cometa.

En el momento que caigas sobre la cama agotada, te tatuaré las nalgas con mi lengua caldeada… mientras tus parpados se cierran como nubes de algodón.

 Acabado este monólogo ardiente y yo repuntado como un mondadientes, creí tenerte caliente y preparada para el sexo más indecente… estando alineado y frotándome las manos, no esperaba que me dieras esa respuesta tan fría.

¡Lárgate de mi casa! Depravado.

 Cabizbajo salí por el umbral de tu puerta y mientras bajaba por la escalera mi mente se nublo… que error he cometido que de la emoción he pasado al desaliento más oscuro.  

 ¿Aprenderé alguna vez a entender a la mujer? O por lo contrario en celibato toda la vida me quedaré.

 

 

 Alejandro Maginot