viernes, 20 de mayo de 2016

Cremalleras












  Bellos cierres de acero, que al bajarlos me dejan descubrir las partes más erógenas de tu cuerpo.

  Me siento maquinista, tramoyista o hechicero, cuando manipulo esas cremalleras que encierran carne de deseo.

  Quiero empezar por la más larga, esa que me enerva cuando deja al aire tu espalda.

  Deleitado quedo el día, que bajándola por delante veo aflorar tus gemidos de dos en dos, como lo hacen tu orto y tu ocaso… que delimita las horas, que paso de tus senos mamando.

  Vuelvo de nuevo a tu espalda, pero esta vez desabrocho la de más abajo… asoma una manzana, me rio de Adam cuando dijeron que pecaba, yo sí que pecaré partiendo con mi lengua tu fruta encantada.

  Rodeo tu cintura, hasta encontrar tu cruce de trenes… y al deslizar tu última vía férrea, tropieza con el más cálido de mis deseos. Es el andén de tu estación, donde sin demora sueño con meter mi locomotora.

  Al contrario que tú yo solo tengo una cremallera, de todas es la más pequeña, pero aun así es la que más fuego encierra… por favor, desabróchala a toda prisa y deja que la presión alargue este falo, que aunque no es de acero nos dará unos minutos de placer y espasmos.






Nadavepo.