martes, 17 de abril de 2018

Valórame













  Quieres que valore tu sexo, que te lo describa. Yo quedo perplejo, te respondo con dulzura.

¿Cómo quieres que lo haga? No sé cómo describirlo con palabras ¿No te basta con gestos, gemidos y gotas de labranza?

  Tú insistes con pícara locura.

Esos los tengo en cada estocada, pero quiero que hagas un esfuerzo y oírlo de tu garganta.

  Yo me reitero, pero tú no me das cuartada. Entonces voy y te suplico.

¿Por favor, dame otra opción? Pues lo que en maneras puedo, mudo quedo en palabras.

  Quedas pensativa, mirando a lo que yo creo es una telaraña. Cuando me respondes, ya estás más relajada.

Pues si no lo haces oralmente, escríbemelo a la antigua usanza.

  Me alivias, cojo papel y tiro de mis ansias, para decirte antes de escribir mis últimas palabras.

― ¡Gracias! dame quince minutos, y tendrás lo que yo denominaré tu carta…  

  Me pides que te escriba de tu sexo que para mí es poesía, como puedo contener mis palabras, cuando como un huracán me abrazas. Que droga tienes en tus entrañas, que cuando te veo me vuelvo loco por probarla.

  Cada paso que das, cuando estás en la lujuriosa danza, son muslos que como columnas en el suelo se clavan. Cada vibración de tu tacón me empalma, que difícil mantener la compostura cuando hacía mi avanzas.

  Rojo esta mi tridente, deseando que lo metas en tu garganta, para amoldarlo dándole forma de tótem, para que haga su magia. Esa magia que te deja gritar como una soprano sobre mi cama, dándole placer a cualquier ser viviente que oiga tu tonada.

  Cuando pones tu antifaz sobre mi cara, mi lengua automáticamente se dispara. ¿Como puedes oler a manzana, cuando la sal del mar está en tu bajo vientre anclada? 

  Simplemente ver tus vertiginosas manos, intentando averiguar el futuro sobre mis bolas de cristal de vulcano, me hacen comportarme como muchos mortales dirían “un marrano”.

  Pero cuanto más profundo es tu fango, más me recreo yo como guarro. Mortal voz, el que me hace deslenguado, parece que eso nos hace perdernos entre todos los que como nosotros, cometen pecado.

  Acristala tus senos, para yo mirarlos sin poder tocarlos, así volveré a una corta edad, donde la baba se me caía detrás de un cristal. Ni tetas de monja, ni piononos, ni palmeras de chocolate me pueden hacer rabiar, como rabio viendo tus tetas tras un cristal.

  Te podría estar escribiendo sobre tu sexo una eternidad, pero ahora llega el momento de poder actuar. Si te has puesto caliente, déjame entrar en tu portal, si no yo procurare llenar el vaso hasta que te puedas derramar.

  Hipnotizada quedas, tu falda te ordeno levantar. Rabio como perro, y de un bocado te las voy a arranca… pero esto es harina de otro costal.

   ¡Por eso cuando follemos otra vez, esto continuará!



Nadavepo.



 

lunes, 2 de abril de 2018

Mi Nazarena













  Sales de la ducha, mientras yo preparo tu traje sobre la cama. Te quitas la toalla, el olor de tu coño me dice que estamos en semana santa, porque huele al azahar de la primavera y tu túnica está sobre la cama.

  Más porque me pone tan caliente, verte en el ritual de ponerte tu ropa de nazarena. Parece impúdico, ver como dejas caer la túnica sobre tus pechos desnudos, y te vas cubriendo lo que apenas cubre tu tanga. ¿Cuánta castidad cuando estas totalmente vestida, cual es el descalabro de yo saberte cómo vas por dentro, como si tuviese en los ojos una radiografía?. 

  Vas con prisa, pues llegas tarde a la salida del paso. Acelerada coges el cirio rojo, contrapunto para mi líbido, imaginación de abarcar mi vela con tus manos llenas de cera.

  Me recuerdas antes de cerrar la puerta, que la procesión pasará a las doce por la esquina de la calle Rivera, es donde todos los años paso a verte, pues sabes que la bulla me desesperá.

  Ave María, féminas que los pasos acompañáis en sepulcral silencio y con la vela encendida, ¡cuanto honor para la Virgen saberse protegida por vosotras, motor del mundo, luz de los días!.

  Amortiguo el tiempo soñando, con tu cuerpo de pantera, y tu alucinante  cara por un capirote cubierta. ¿Cuánto deseo debajo de esa capa encierras?, ¿cómo abordarte en los pasos de penitencia y derramar sobre ti toda mi cera?.

  Llega la hora de ir a verte, como te gusta que sin hablar yo adivine dónde estás. Lo que no sabes es cual es mi técnica, mi arma, mi sentido, para descubrirte  entre tantas mujeres cubiertas de los pies a la cabeza. Por eso todos los años te encuentro, dándote siempre una sorpresa. 

  Ya estoy en la esquina, el paso se acerca. Miles de nazarenas en comitiva, desfilan con sus rojas velas. Yo voy dejando pasar una tras una y pongo mi radar a trabajar, nunca te has dado cuenta cómo puedo averiguar siempre donde estas. Empiezo a oler, cuando tú te acercas te empiezas a excitar, el olor de tu coño, cambia de azahar al profundo y salado mar. Dejas tu perfume a hembra caliente, que yo sólo puedo detectar, pues son muchas veces la que mi nariz  ha dormido sobre tu vulva celestial. Sé siempre en qué estado está, ahora tu excitación te va a delatar, y yo la voy a disfrutar.

  Estas a mi altura, profundo olor que con disimulo mi verga haces levantar, te toco suavemente el culo a través de la túnica.

¡Te pillé! Te miro fijamente a los ojos y sonrio.

¡Cabrón! ¿Cómo es posible que lo hagas todos los años?.

Mi radar, ya lo sabes. Vuelvo a sonreír.

  Le cojo de la mano, la saco de la fila y andamos hasta nuestro rincón de todos los años en el parque de Hércules, lejos de todas las miradas. Me arrodillo ante ella, le levanto los faldones y dejo su tanga a la altura de mis ojos, el albero amortigua mis rodillas que parecen querer clavarse en acto de penitencia, deslumbrado quedo al correr la pequeña tira de tela y ver como su cáliz chorrea desbordado por el contorno de sus labios, la profundidad de su aroma, me hace babear y mi cirio empieza a chispear en gotas transparente, casi fluorescentes.

  Quiero beber sin decoro, con ansia, sin dilación me arrojo sobre su pozo de pecado, succiono, lamo, chupo, lo dilato en demasía hasta meter mi lengua en su interior. Ella aprieta su culo mientras apoya sus dos manos en mi cabeza, apretándome contra su exquisita magnolia, su cuerpo se va arqueando, mientras su respiración se entrecorta debajo  de su capirote de terciopelo, casi le falta el aire, su vaho sale por los orificios oculares del cono. Su excitación va creciendo, mientras yo hurgo sin tregua, sin descanso, ella brama una y otra vez, orgasmos con espasmos secos y voz agrietada, yo derritiéndome.

  Que sensación más agradable, es tener con mis manos tus senos apretados, por debajo de la seda, mientras ahondo con mi lengua en tu oquedad, hasta dejar seco mi paladar. Alguien pasa cerca, nos callamos mientras ralentizamos nuestros movimientos, pero es tal tu estado de lujuria, que sólo se oye el tic tac de tu corazón acelerado, que da miedo oírlo pues parece que se va a romper en mil pedazos.

  Quedamos libres de tensión, ahora me levantas tirando de mi pelo y eres tú la que posas tus rodillas sobre el suelo. Desabrochas mi cremallera y como extraterrestre metes mi cirio en tu boca, ¡que escena más delirante verte chuparme la polla, con tu capirote verde solo te puedo ver la boca! Te empleas tan a fondo, que llego a creer que derramo mi cera sobre tu boca.

  Te freno cual paso para su descanso, quiero recuperarme y no perder la olla, no quiero correrme para quemar tu dulce boca. Respiro profundamente, mientras tú te incorporas. Tu respiración sigue en carreara, cuando me fijo ya te has dado la vuelta, refajos levantados y tu culo a la palestra.

  Como bisonte armado, encono en tu coño mi dura punta, que de la primera estacada casi la dejas sin cabeza. Con el acaloramiento, casi meto el hilo de tu tangas en la brecha, menos mal que con tu magistral habilidad lo has apartado de mi trayectoria tan certera. ¡Qué forma de follar tan pintoresca! la prolongación de tu capirote parece la punta de mi verga. Cuando te enculo, pareces un unicornio pastando en la dehesa, ¡que placer más prolongado cuando acoplamos nuestros órganos con tanta fortaleza!

  Rabio de placer, como perro tras la presa, esperando eyacular en tu vagina, cuando bajes la bandera. ¡Que placer siento al ver como con tus muslos me indicas, que ya llega la hora de vaciar bajo palio, todos los colores de cera, desde la blanca hasta la roja!

  Con que maestría has apagado mi cirio, al pie de la carrera. Con la música de fondo de una fanfarria,  ejecutada por tambores y trompetas. Que estruendo suena en mi cabeza, vaciado para toda la procesión me dejas. Ya casi recompuestos, te cojo de la mano y te acompaño hasta la fila de nazarenas.

Hasta luego mi amor, saciada me dejas.

Hasta luego mi nazarena, obligado a procesionar contigo  todos los años quedo, cuando salgas en penitencia.




Nadavepo.