domingo, 19 de febrero de 2017

Piercing













  Quedamos para una nueva cita, ya sabemos a lo que vamos. No nos interesa nada que nos distraiga, solo nos interesa acoplarnos hasta el último segundo que dispongamos.

  Vamos a lo seguro, nada de espontaneidad. Lo nuestro es vicio incandescente, que nada lo puede parar.

  No queremos miradas furtivas, queremos follar en plena libertad, por eso buscamos el refugio de mi casa de campo, donde podremos saciarnos de gritar.

  Cada vez que acudimos en busca del santo grial, no sabemos cómo el día puede acabar. No tenemos trabas ni barreras, practicamos el sexo de cualquier forma o manera, sin palabras consensuadas, sin rituales banales inventados por gilipollas de la comedia.

  No sabemos quién abordara primero, es uno de los secretos de nuestro deseo incontenido. Llegamos casi sin poder dar un paso, pues con nuestros achuchones vamos delirando.

  Rodamos por el suelo, nos levantamos, caemos de rodillas y casi no podemos alcanzar la orilla. Arrancando nuestra ropa, avanzamos como podemos, cuanto delirio, cuanto deseo.

  Aunque hoy no abres la boca, y ya desnuda te haces un ovillo. Rara estrategia con la que llegas hoy, seguro que tramas algo para dejarme sorprendido.

  Intento coger tu coño con mi mano, me la paras y sonríes sin despegar los labios. La intriga me devora, me mata, que será lo que ocultas entre tus piernas, tantas veces acariciadas.

  Hoy ni me muerdes la boca, ni me besas los labios. Andas con las piernas juntas, dejándome acariciar solo tus tetas y tu culo. Eres tú la que manipulas mi cuerpo, como anticipo a la llegada a lo afrodisíaco.

  Por fin entramos en la estancia, ya casi de excitación desbordada, mi fuerte erección está en pleno apogeo didáctico. Tú me coges por la cintura y me dices.

Cierra los ojos y saca la lengua.

  Como militar bien adiestrado, obedezco sin rechistar la orden que ella me da. Noto su lengua avanzar por la mía, curioso movimiento de enredadera, que me envuelve como al árbol la hiedra.

  De repente, noto su lengua carnosa que parece poseer dos puntas, una de carne que es mi delirio y otra extraña que produce escalofríos en mí. Metal y porcelana invaden mi garganta, que placentero me parece el roce de ese cuerpo extraño, que me enloquece a cada lengüetazo.

  Tatiana se separa de mí, me comenta.

─ ¿Te gusta mi sorpresa?, me puse este piercing ayer.

Pezones erizados, culo apretado y naufrago levantado, te parece lo que con eso has logrado. Respondí.

  Ella sonrió levemente, diciéndome.

Aún queda lo mejor, quédate de pie y contempla.

  Muy hábilmente se sentó en la butaca del salón, yo inmóvil solo trabajaba con la mirada. Estaba con las piernas cruzadas, suavemente levanto su pierna y se deshizo, dejando sus muslos totalmente abiertos, toda su concha estaba abierta de par en par, su clítoris parecía un gusano coronado con una perla del mar. ¡Joder! Me puso a reventar.

  Ensangrentados de placer quedaron mis ojos, no podía dejar de contemplar ese clítoris taladrado, por un diamante de cristal.

  Quieres hacer, o quieres que te castigue. Dijo Tatiana.

  Hipnotizado avance hacia ella, y caí al suelo de rodillas. Me incline, como el sediento que quiere apagar en esa fuente su tremenda sed. Lamia con tanta desesperación, que los orgasmos se le desprendían, como perlas de granada cayendo en el plato.

  Mi lengua se contorsionaba dentro de su vagina, mientras con mi dedo índice lubricado con su agua y mi saliva, penetraba su retaguardia de la forma más divina. Hasta mi nariz la puse a trabajar, con ella envestía su piercing y rebotaba contra su clítoris que no paraba de estirar.

  Maravillosa pipa, cuantas veces la puedes dilatar. Me encanta cuando te corres, porque veo tu cara con un gozo magistral. El último espasmo y ya estas lista para follar, te levanto las piernas y dejo tu puerta abierta para poder entrar, mi falo sigiloso entra sin llamar, que gusto más enorme al sentir tu clítoris de acero con mi punta rozar. Te empotro una y otra vez contra el sillón, tus órbitas están a punto de saltar y yo me agarro a tus pechos para más profundo poderte penetrar.

  Gotas de sudor resbalan de mi frete, tu cuerpo brilla untado por nuestra mágica y personal vaselina. No podemos parar, tú casi ya estas pero yo tengo que aguantar. Sin avisar y sin que yo lo pueda intuir, saltas como un resorte arqueándote como alambre caliente, que corrida más brutal casi caemos al suelo de tanto vibrar.

  Saciada tú ya estas, lo noto en tu pelo tus areolas, y tu clítoris infernal. Sudorosa te inclinas y me ayudas a levantar. Tu boca cae a la altura de mi pene, solo deseas recompensar, me coges los testículos apretándolos sin piedad y metes mi polla en tu boca hasta el final. Las sacas rápidamente porque te da una arcada, meta conseguida pues quieres mojarla hasta el ahogamiento sin respirar.

  Tu balanceo, tus filigranas y tu manera de comerte mi polla, me desmorona como castillo de lego cayendo en cascada. Ni un apuro más, no puedo aguantar y tú lo acabas de notar, por eso frenas muy despacio y te dedicas a darme en la punta de mi verga con el piercing, hasta hacerme derramar en una tremenda sacudida, sobre tu boca y cara mi más preciado manjar.

  Quedamos prestos para otra contienda con buen final, pero eso será en otro capítulo de nuestro sexo liberal.




Nadavepo.