domingo, 23 de noviembre de 2014

El orgasmo








Un orgasmo es elevar a la máxima potencia la sensibilidad de mis sentidos.
 Olor: mis fosas nasales se dilatan, captando como un can todos los olores corporales que tú desprendes, elevando mi libido a límites desconocidos.
 Tacto: las manos serán capaces aunque tengas los ojos vendados, de procesar las curvas de tu cuerpo, llevándome a la excitación más absoluta.
 Vista: mis ojos se pondrán como platos, dilatando sus pupilas para apreciar tu danza del placer y los gestos de tu cara en pleno éxtasis, ellos conseguirán subirme  al carro del deseo.
 Oído: Tus gemidos, serán audibles por mis pabellones auditivos desde kilómetros de distancia, lo que me atraerá como el canto de las sirenas a los marinos perdidos, dejándome varado en la isla del frenesí.
 Gusto: este sentido me ayudara a procesar todos los sabores que desprenden los poros de tu piel, seré como abeja saboreando el polen de la flores consiguiendo que una de ellas me envuelva en los pétalos del amor.
 Y cuando todo esto llegue a su punto más álgido, hará que estallemos en pompas de mil colores que nos elevaran sobre una nube que nos sostendrá tan solo durante unos breves segundos. Y pensaremos que hemos llegado al orgasmo, pero eso no sucederá hasta que la nube no se difumine dejándonos caer con suavidad,  y en ese trayecto nuestros sentidos se desconectaran perdiéndolos por  microsegundos. Y cuando de nuevo abramos los ojos y miremos a nuestro alrededor viendo lo que ha sucedido y recuperando lo que por segundos hemos perdido.
  Hasta que no completemos todo este ciclo, no sabremos que hemos tenido un orgasmo.
 Por eso cuando estoy contigo, a menudo me vuelvo ciego, sordo  y mudo, que lástima que solo dure escasos segundos.


Nadavepo.




martes, 18 de noviembre de 2014

Acordes









Te lanzaste sobre mí como los acordes de una guitarra eléctrica.
 Descargando sobre mí todas las vibraciones que emanaban de tu cuerpo.
 Yo me defendía, punteando con mis dedos una canción de placer sobre tus senos.
 Y tus manos como ecualizador, elevaban el grosor de la púa más elástica de mi cuerpo.
 Y yo mientras tanto afinado los gemidos, que al acariciarte salían de tu precioso cuerpo.
Como en un concierto, al penetrarte tu empezabas a bailar frenéticamente sobre mi miembro.
Y entre tus piernas, tu clítoris vibraba  lujuriosamente  como vibra con buena música la membrana de un gran bafle.
 Y como en una actuación y antes de que se cerrara el telón, explotamos en un orgasmo de serpentinas blancas y rosetas de color.


Nadavepo.