Eres una bruja, pero
no la del cuento, no eres buena ni mala, sólo eres mi bruja del pensamiento.
Estando lejos de ti, me tienes siempre en tu hirviente caldero, hipnotizado
entre tus piernas en la distancia quedo. Esto es sólo posible, porque eres la
bruja de mi mente, de mis pensamientos.
Ardo con tu imagen
desnuda en mi mente, por eso mi vehículo acelero, con el ansia de meter en la
olla de tus pócimas, todo mi deseo. ¡Cuánto sudo! cuando tus letras en tus
recetas leo… cadmio de león para lograr tu posesión, ardiente canela para
untarte en cálida cera, dientes de dragón para convertirme en tu obsesión,
ramas de hiedra para mantener dura tu vela, polen de amapola para que me devores la boca.
Entro en tu guarida
sin miedo a que me comas, pues soy yo el que siempre esta hambriento de tí, mi
bruja del desbordante sexo. Arranco tus bragas, con la fuerza de un faraón
errante en el tiempo, destrozo tu camisa dejando a la luz tus erotizantes
senos, me rio del marqués de Sade, lo suyo comparado con lo nuestro sólo era un
juego.
Como Drácula
enfurecido, muerdo tu cuello hasta dejarte sin sentido. Gozas levitando como en
un exorcismo, mientras yo atranco tu puerta con el mástil de mi vela. Gemidos
brutales te despiertan de nuestros rituales, tienes entre tus piernas mi bífida
lengua, que como serpiente del paraíso con el pecado te provoca.
Sudor en nuestros
cuerpos, reflejos de llamas en nuestra piel, preparada estas para que sin
decoro, como hombre lobo te pueda
poseer. Atrapado está tu cabello entre
mis manos, tiro de él como de las crines de un caballo, tú espoleas mi deseo al
suspirar en cada golpe seco. Qué profundo es nuestra líbido, pues como las
burbujas de tus pócimas en cada hechizo me derrito.
El diablo nos adora,
pues en cada conjuro, nuestras
blasfemias resuenan como eco desenfrenado, por los valles de la lujuria
delirante. Clavas tus pezones como flechas sobre mi espalda, me siento
atravesado por el frenesí de tu confianza. Amordaza mí lengua, que si no lo
haces se dispara, haciendo que pagues en orgasmos, lo que no pagas cuando estás
en la distancia.
Sapos, salamandras y
culebras, te hago caminar sobre mis cuerdas, me erotizas con los trazos que en
tu cuerpo se marcan. Me pides que como en aquelarre te pasee sobre las llamas,
porque te gusta quemarte, en viva o pobre llama. Me encanta galoparte con mi
escoba mágica, para que alcances las estrellas, y no bajarte de ellas hasta que
la partas.
Rayos, truenos y
centellas, te derramas sobre mis piernas. Que placer cuando siento tus
humedades en mi garganta, gozo lo indecible hasta cuando me ahogas, me encanta.
Arrolladora eres, haciendo con tus manos la magia, de sacar brillos dorados del
centro de mis entrañas.
Hazme un sortilegio,
dedicado a la distancia, haz que pueda derramarme, aún cuando tú estés a
kilómetros de mi casa. Vibraciones fuertes, gotas blancas… cómo adoro a mi
bruja del pensamiento, como la deseo aún sobre la luna escarlata.
Nadavepo.