martes, 5 de diciembre de 2017

Bocados











  Desaforado desencuentro, cuando estoy que reviento. Sabiendo que eres un pequeño tsunami,  que me enervas sin medida. Cabreando nuestros momentos, rompiendo los silencios que hay en nuestra habitación.

  Es cosa que sale de cualquiera de tus excusa, porque tú dices que el rencuentro te sabe mejor. Alocado nunca entendí, hasta aquel momento en el que descubrí, que tú producías los desencuentros, para cuando te arrimabas follarme mejor.

  Locura de pasión desmedida, que bocados me dabas en las costillas, cuando me gritabas…

― ¡Soy tu sumisa, tu puta más retorcida, la que deja que la folles sin límite ni condición! ¡Arráncame las bragas, azótame las nalgas! Y rompe mis entrañas con todo tu furor.

  Era en ese momento, cuando yo sucumbía, creyendo que era yo tu dueño, amo, o señor. Aunque en el fondo, yo sabía que en ese momento la línea se rompía, pasando yo de amo a esclavo servidor. Pues tu retorcida lujuria que tanto me enardecía, conseguía lo que tú querías, que era llevarme al camino del sexo más atronador.

  Tú de rodillas en posición de espera, aguantabas a duras penas, que yo metiera en tu boca, mi falo campeador. Yo contenido en mi rol, daba vueltas a tu alrededor, hasta que flaqueaba mi imitada dureza, metiéndote en tu garganta, mi mástil enloquecedor.

  Arcadas gratificantes, que tú bendecías, cuando tu saliva sobre tus senos caía, descolgándose hasta tu ombligo, y bajando hasta tu protuberante pipa, que sobresalía de la emoción.

  Yo alucinaba, cuando mi polla en tus labios se perdía, y de nuevo aparecía, en acompasados  vaivenes, que dejaban locas mis sienes… entre el frio y el calor.

  Tú entrecortabas los movimientos, apretando mis huevos hasta el punto máximo de dolor. Buscando hacerlo mal, para que yo te castigara con la orden más descarada… Pensando en el éxtasis del azote y el sudor.

  Tu cuerpo era como plastilina, dejándomelo a su suerte, para que yo a mi antojo lo moldeara, lo flagelara, lo mojara, lo desfogara y te sacara lo más atroz.

  Atroces palabras, que fuera de nuestra habitación, parecerían de lo mas asquerosas, guarras o sin pudor, y que a nosotros nos parecían poemas, piropos, o palabras de amor.

  Cuanto destrozo, cuanta rojez, como te gustaba sentir el cuero con el azote del placer. No parabas hasta que con firmeza te castigaba, dejándote destrozada, pues de ti ya, ni una gota más de zumo podía salir.

  Bendita locura, la que en mi producías, más ahora cuando entendía, porque conmigo cada dos por tres discutías… Ahora ya lo sabía, querías día tras día, exprimirme como a un amarillento limón.





Nadavepo.




lunes, 6 de noviembre de 2017

El sexo pensador












  Un deseo incontenido.
  Dos caricias sin decoro.
  Tres palabras obscenas… Que aumentan el calor, que entre tus piernas llevas.
  Me ciegas tanto… Que no sé decidir en mi locura, por cual oquedad de tu cuerpo la meto.
  Estas tan receptiva… Que en mi mente lo sorteo, por donde va a entrar este dedo. 
  Tu vocabulario es soez… Porqué mis deseos quieres ver arder.
  Maldíceme, blasfemia sobre mi sexo… Verás como arrancas de mí, toda la lujuria que llevo dentro.
  A ciegas palpo, a ciegas tiento… Que sensación tan extraordinaria experimentan mis neuronas, que me corro por dentro.
  Chuparé tus pezones… Con la gula del que chupa esas gominolas, que no prueba hace tiempo.
  Abrevaré en tu coño… Como el camello, que ha atravesado sin agua el cálido y ardiente desierto.
  Me saciaré de tu sal… Hasta no poder más, como el náufrago que surca en una endeble barca, el ancho mar.
  Y cuando la estrangules con tu mano… Sollozaré como aquel, al que le han dado un emotivo regalo.
  Perderé todo el pudor… Cuando en tu boca la hayas enfundado, como la espada que se enfunda, para reverenciar al ser ansiado.
  Entre tronos y mazmorras perderé todas las formas… Por eso seré tu verdugo, que sentenciará de una estocada tu culo.
  Y para culminar, te pediré que me aprietes las carnes con todas tus fuerzas… Para saber si estamos follando, o es un sueño de deseos encarnizados.



Nadavepo  





lunes, 23 de octubre de 2017

Besando tú flor











  
   Déjame tu pistilo, para saborearlo, para comerlo… para poder deleitarme con tan sabroso manjar.

  Déjame tu oquedad, para poner mi cirio en tu altar… para que en las noches de rezo, me puedas alumbrar.

  Déjame la boca impregnada de tu sal, para mis ansias poder saciar… para poder sin salir de casa, contemplar el maravilloso mar.

  Déjame organizar en tu monte, una cabalgata de carnaval… para satíricamente, de tu coño miles de orgasmos arrancar.

  Déjame en fin, tu poder bautismal… para mojar el badajo de mi campana, que no deja de sonar.

  Quiero abrir mi boca, para que la bocanada de tu túnel, la pueda inundar… y recordar hasta la eternidad, como me dejabas jugar con tu canica, tu canica de gritar.



Nadavepo.







miércoles, 11 de octubre de 2017

Con las manos en la masa












  Aquella mañana me esperaba Ester, habíamos quedado en su casa para hacer unos pasteles. Yo llegaba tarde, porque Yaqui mi perro, me había jodido los únicos pantalones que me quedaban flexibles. Digo flexibles porque no habían entrado en la colada del día anterior, donde yo como siempre y no sé a falta de qué, si más detergente o suavizante, había sacado toda la ropa tan tiesa como el cartón. ¡No os podéis imaginar de qué pantalones tuve que tirar!

  No tuve más remedio que ponerme unos vaqueros acartonados que crujían a cada paso que daba, por un momento pensé echarle tres en uno, pero me pareció demasiado arriesgado, más que nada por si le dejaba algún lamparón. Entre las camisas, sólo quedaba una utilizable, era de flores y la había comprado en el chino para una fiesta Hawaiana.

  Ni que decir tengo, que la mañana pintaba colorida. Después de varias contiendas y de haber dejado al perro cagadito y meadito, me dirigí hacías la casa de Ester. Observé que la gente se giraba por la calle al verme, no sé qué pintas llevaría, pero un niño me pregunto dónde habíamos instalado el circo, quedé perplejo, porque no sé si me había confundido con un cowboy o con un payaso.

  Cuando Ester abrió la puerta y me vio de esas guisas, se le calló un bol que tenía en las manos con crema de mermelada, derramándolo sobre mis tenis, que era lo único que llevaba decente aquel día.

  Se pegó una carcajada y me dijo:

Anda, pasa antes de que te vean los vecinos.

  Yo casi con una voz inaudible, y reflexionando para mí. Susurré.

Ojalá no sea sólo la mermelada, lo único que me eches hoy encima.

  Ester que era un radar, me lo había demostrado en otras ocasiones, se metió hacia dentro diciendo como un eco.

Ya veremos cómo te portas.

  Joder, me sonrojé, me había oído perfectamente. Yo que sólo buscaba un rato de amor, porque odio la cocina, no me gusta nada. Pero imbécil de mí, ya le había mostrado mis cartas.

  Estábamos en el salón, cuando me sugirió.

Vete al baño, quítate esa ropa, ponte lo que te dejé en la percha colgado y mete las zapatillas en la lavadora. Cuando acabes vente para la cocina, que tenemos mucho que hacer.

  Yo un poco tedioso obedecí, dirigiéndome al baño. Me quité la ropa, me enjuagué las manos y mire detrás de la puerta, a ver que ropa me había dejado colgada.

  ¡Hostia! Vaya sobresalto que me pegué, me había dejado solo un delantal colgado detrás de la puerta, pensé que era una broma, así que grité desde el baño diciéndole.

¡Cielo, aquí solo hay un delantal!

Ya lo sé cariño, es eso lo que tienes que ponerte. ¡Ahh! y quítate los calzoncillos de Snoopy.











  Quedé patidifuso, como sabía esta mujer que llevaba esos gayumbos, siempre pensé que tenía algo de vidente.  Bueno no me quedaba más remedio que hacer lo que me decía, si quería tener el día tranquilo y pillar unas migajas de…

  ¡Guau! se me hacía la boca agua cuando lo pensaba. 

  Una vez me puse aquel trapajo, me dirigí hacia la cocina totalmente avergonzado, creo que me entenderéis, cuando os diga que el delantal era de color rosa con volantes blancos, no sé si mi chica quería guerra, se había vuelto fetichista, o quería avergonzarme.

¡Aleluyaaa! Grite.

   Cuando entré en la cocina quedé alucinado. Ya estaba Ester esperándome, solo con un delantal de tonos plateados. Joder ni tangas llevaba, que cuerpo más soberano tenía mi hembra, era el deseo personificado, tuve que contenerme en un primer vistazo para no empalmarme. De repente y con voz seductora me insinuó.

Ya ves, que no quiero jugar con ventaja. Igualdad de condiciones para los dos.

  Yo exasperado le respondí.

De eso nada, tú llevas un delantal con glamour, mientras que a mí me pones el de la pareja de Mickey Mouse.

  Jajajaja, se rió alteradamente diciéndome.

Te elegí ese, porque como eres de ligera erección, espero que al sentirte ridículo te empalmes más lentamente, dejándome disfrutarte más dilatadamente.

  ¡Que Cabrona! Pensé para mi interior, como sabe que el rosa mata la libido de cualquier hombre.

  Acércate un poco, me sugirió. Cuando estuve a dos pasos de ella, se levantó el delantal y sin preámbulo me dijo.


Bájate al pilón, y disfruta bebiéndote mi crema de nata.

  Su coño estaba totalmente depilado, sus nalgas brillaban y aquellos labios me decían a voces, ven, corre ven…

  ¡Arggggg! Imposible no tirarme hacia él con ímpetu y ligereza. Pero la realidad es que estaba tan excitado, que no calculé con la fuerza que me tire al suelo de rodillas, ni John Travolta en su fiebre del sábado noche.











  Tal fue la caída, que me crujió todo el cuerpo, hasta la hernia de disco incluido el de Manolo Escobar. Pero mi hombría estaba en peligro, por lo que no solté ni un insignificante ay. Avancé de rodillas como pude, los cinco centímetros que me quedaban para llegar a su espumosa fuente.

  Estoicamente, empecé a darle lengüetazos, a recorrer con mi lengua todo su pubis hacia adelante, hacia su trasero, hacia sus ingles, Y todo ésto mientras me agarraba como una garrapata a sus glúteos, para no acabar por los suelos. Mientras metía mi lengua en su aterciopelada oquedad del deseo, mi nariz golpeaba su clítoris, cuestión que parece ser le proporcionaba mucho placer, por lo que clavaba su estandarte con una fuerza bestial sobre mi nariz, en aquel momento recordé a Quevedo y exclamé para mi interior, “Érase un hombre a un pipón pegado”. Joder, como me dolían las rodillas y la cintura, pero allí estaba yo, con dos cojones y aguantado el chaparrón, nunca mejor dicho pues me estaba poniendo chorreando la cara, con sus brutales corridas.

  En estos menesteres, ella en un éxtasis sin medidas, aleteaba con sus manos con tan mala fortuna, que le dio al paquete de harina arrojándolo sobre mi cara. Ella estaba en los mejores momentos de sus convulsiones, por lo que yo mudito ni hablé, ni me moví de mi cometido, cual legionario en acto de servicio.

  Cuando se hubo saciado, me agarró de mi pelo blanco, y no por las canas si no por la harina, y despegó mi cara de su pubis. Cuando miró hacia abajo viéndome de tal guisa, intentó levantarme, pero yo hecho un cuatro como estaba, quedé de rodillas con dos lágrimas de dolor en la cara. Al verme las lágrimas y mi mueca en la cara, todo esto rebozado en harina, me dijo.

¿Qué te pasa cariño?

Nada, nada, es que estoy emocionado aquí de rodillas, frente a tu coño virginal.

  Esas fueron exactamente mis palabras para no preocuparla, soy su hombre y como tal me tenía que comportar. Ester, pensando que solo era problema de la harina, y que yo me encontraba perfectamente, me cogió de las manos intentando levantarme, me costó incorporarme, pero lo logré sin que ella notara nada de lo que me pasaba.

Kike, me has dejado mmmm, pero ahora te toca a tí, quiero verte disfrutar.

  Para eso estaba yo, para disfrutar. Mientras pensaba ésto y sin avisar, me puso las manos en el pecho y empezó a achucharme haciéndome recular, seguramente buscando un punto de apoyo donde detenerme. Y vaya si lo encontró, me empotró contra el mango de una espumadera, que sobresalía de un cajón de la encimera. Atravesó mi ano de una estocada certera.

Ayyyy, joderrrr.

¿Qué te sucede Kike?

Nada cariño, me tienes tan emocionado que grito de alegría.

  No pude decir otra cosa, mi hombría estaba en juego. No quería que me viera el ano ensartado por el mango de una espumadera, así que me mordí los labios y me deje llevar.

  Ester empezó a besarme los labios suavemente, luego introdujo su húmeda lengua en mi boca, jugando lascivamente con la mía. Eso me estaba calmando un poco el dolor que invadía mi culo, luego bajo hasta mi cuello besándolo con suavidad, mientras con sus manos acariciaba mi pene y mis testículos. Como mi falo estaba flácido por el dolor, Ester me dijo.

 ¿Ves, como lo del delantal rosa funciona? mira que bien te estas conteniendo hoy. Aunque no vas a lograr resistirte a mis maniobras.

  Pobre, no sabía la falta de erección a qué se debía, pero yo prefería que fuese así, estaba buscando la ocasión de sacarme del culo aquel mango, pero mientras tanto tenía que esperar a encontrar el momento.

  Esta mujer bajaba por mi cuello hasta mis pezones, mientras los succionaba y sin dejar de acariciar mi polla, note unos ligeros respingos en mis genitales, algo estaba funcionando. Bajo aún más hasta mi ombligo, yo empezaba a dosificar el dolor volcándolo hacia un ligero placer. Cuando alcanzo mi miembro con la boca, me estremecí de tal manera que mi verga empezó a engrosar el contorno de sus labios.

  Tengo que confesar, que mientras chupaba desconmesuradamente mi pistón, sentí un placer desconocido para mí, aquel mango clavado en mi trasero, me estaba dando gusto, nunca lo hubiera pensado, por un momento me sentí avergonzado. Yo no podía más, estaba a punto de estallar con los vaivenes que me pegaba con sus labios.











  Mi semen bailaba dentro de mi tronco, el meneo que me daba hacía que mis ojos se pusieran en blanco, habría que verme con la harina por toda la cara y los ojos vueltos. Ester hizo un alarde de su maestría, y  con dos sacudidas bestiales y un apretón de huevos, consiguió sacarme toda la leche acumulada en mi verga, derramándola por toda su cara con tal ventaja para mí, que varias gotas de esperma cayeron sobre sus ojos. Momento en el que aproveché para sacarme aquel dichoso mango del culo.

  Ella se restregó los ojos y apenas limpios, se volvió apoyándose contra la mesa, ofreciéndome toda su trasera y suplicándome que la penetrara. Yo, sin querer defraudarla y con el pene a media asta, lo acoplé un su preciosa vagina. Como pude empecé a follarla, mis huesos crujían como la mecedora de la abuela, pero allí estaba yo, sin tirar la toalla y dándolo todo para que ella se pegara una última corrida, ya que a mí me era imposible.

  Menos mal que estaba muy receptiva, eso me facilito las cosas, pues se pegó un par de orgasmos en muy poco tiempo, quedando satisfecha y muy feliz. La sonrisa de oreja a oreja, mientras yo llevaba mi calvario por dentro.

  Yo estaba totalmente furibundo y agotado, así que le comente.

Cariño, si no te importa, estoy muy cansado, me ducho y me tumbo un rato.

Claro que si cielo, has metido muy bien tus manos en la masa,  te lo mereces. Así que descansa mientras yo hago los pasteles. Cuando te levantes ya hablaremos.

  Ese ya hablaremos me inquietó, creo que lo decía con la intención de entrar otra vez en materia sexual. No sabía que yo había quedado como el Quijote en su entrega con los molinos, necesitaría tres días para recuperarme y si me descuido un culo y una nariz nuevos.





Nadavepo.

  





lunes, 19 de junio de 2017

El Poema












  Deseada escritora, la invito a escribir un poema. No se preocupe por los materiales, pues ya se los facilitaré yo, no ha de pedirme permiso, sólo tiene que coger lo que le apetezca… le recomiendo que para escribir coja mi lápiz de mina gorda, mójelo suavemente en sus labios y seguro que conseguirá hacerlo trazar líneas de brillos insospechados.

  Dulces líneas entrelazadas con palabras, brocadas en desarmados y pecaminosos adjetivos. Seguramente la palabra lujuria saldrá a la palestra, intuitivamente y sin predestinarlo saldrán varios gorgojos, casi inaudibles pero con acento de deseo.

  Un lienzo en blanco será mi cuerpo, destine usted sus ideas a cualquier punto de este pergamino en blanco… donde seguramente sabrá hacer aflorar el color rojo de la pasión. Castigue cualquier rincón, selle con sus enormes senos, cualquier misiva camuflada entre sus piernas.

  Yo quedaré expectante, mientras usted no para de escribir por arriba y por abajo, sin un orden establecido pero conjuntando en una serie de puntos, toda su insistencia en crear placer… yo leeré cada línea al segundo de ser escrita, mientras mi mente se nubla sin poder pronunciarse, pero disfrutando enloquecidamente de sus líneas trazadas con la más perversa intuición femenina.

  Borbotea y se derrama su tintero, a la vez que hace que mi lápiz se estire de forma indecible. Como podrá seguir escribiendo, si fragmenta mí mina en su máximo fragor de la extensión… mójela una y otra vez en la dulce saliva de su boca, y cuando crea que llega a su máximo esplendor, introdúzcala en su mágico plumier, vera como deja el color blanco en forma de gotas correr.

  Lo que empezó como un dulce poema, se quiebra en el frenesí del erotismo desmedido… arránqueme palabras negras, mientras su ojo oscuro guiña para un encuentro desmedido, sin límites ni cortapisas. Desboquemos en poemas brujos, llenos de pócimas y sudor, hasta que los pilares del sostén, se derrumben sin preverlo, sin predecirlo, sin querer pero sin poder evitarlo.

  Precioso poema el que ha escrito mi deseada señora, no me lo creo doy fe de que ha sucedido… y aunque no sea un best seller, usted y yo lo hemos disfrutado, tanto en lo escrito como en lo vivido. ¡Qué más da que el que lo lea no lo haya entendido!





Nadavepo. 





viernes, 2 de junio de 2017

Sin sentido, pero con ardor












  Mi falo supura, humeante como la chimenea del tren que se menea, serpenteando por tu vía en busca de tu aterciopelada estación.

  Quiero bajarme en Galilea, donde tu faro resopla esperando el choque de esa ola, que lo derrita de pasión.

  Muéstrame como saltan tus orgasmos, como el cava espumoso cuando estalla en ebullición.

  Palpita desbocado mi corazón, cuando los labios de tu coño boquean, como la boca del pez dorado cuando busca diversión.

  Desdóblate en la bruja escarlata, que su lubricante pócima prepara, para enconar en la más suave y dulce penetración.

  Y cuando la sartén chispee entre tus piernas, deja caer mis huevos sobre ella y fríelos en una tremenda convulsión. 

  Acorazado submarino que no es de acero, pero que con sus blancos torpedos, torpedea toda tu línea de flotación… intentando llevarte al fondo del abismo más hermoso, donde por minutos perdemos la noción del tiempo, disfrutando del éxtasis de tu  acelerado corazón.  

  Al terminar este vuelo, permíteme que el manto de mis estrellas, arrope tu delicado cuerpo, mientras duermes profundamente, agotada por el estallido de tú entrega sin condición.





Nadavepo.





martes, 16 de mayo de 2017

El Paladín












  Desarrolla mi querida señora, esa partitura que me da la vida, que me estremece cuando vos la interpreta, que con vuestra presencia me llena de dulzura, estremeciéndome de placer.

  Y aunque sé que cometo un acto impuro, al violar la confianza de mi señor que partiendo hacia la guerra, me deja como vuestro “paladín” protector. Reviento de ira al no saber comportarme como un caballero, pero es tanto mi deseo hacia vos, que corto el frio hielo con mi espada de acero, en pleno candor.

  Perdonadme el atrevimiento mi querida dama, pero no paro de soñar noche y día… en buscar cobijo, en la acogedora fortaleza que tiene entre sus piernas, derramadora de brea ardiente, que a mi lengua desuella y a mi mazo envuelve, fundiéndolo en el caos más indecente.

  Y vuelvo a pediros perdón mi querida señora… por tratarla como a una yegua, abrumándola con obscenas palabras, mientras la galopo con mi corcel vencedor. No quiero parecerle soez al penetrarla una y otra vez, pero es que me desarmo sin mi coraza, metiéndome  entre sus nalgas y arrancándole el cinturón que la oprimía ayer.

  Clamo al todo poderoso, por no darme el decoro de poderme contener. Pero es que su savia es tan potente, que mi nariz la huele y me echo a perder… no me puedo reprimir, abordo sus pechos, que no sólo en ellos me pierdo, si no que los muerdo poniéndolos tan rojos, que se ponen tan candentes, como las bolas de fuego del dragón Francés.

  Atropellada forma de tomarla por detrás mi querida doncella, pues sus refajos y mi armadura, nos entorpecen la locura de profundiza hasta tocar fondo y derramar todo vuestro placer.

  Poderoso es el ardor, que nos hace tener fuerza de titanes, arrancándonos ropas y aceros… para  dejarnos degustarnos a gusto, llenos de gozo goloso, con morbo tan tedioso que en la tercera corrida, siento el dolor de una herida que supura una y otra vez… por eso coge el látigo desgarrándome en tiras la piel, a ver si consuelas el dolor que siento, por haber traicionado a vuestro señor mi dueño y echarme ante los ojos de Dios a perder.

  Sólo me queda el consuelo, de no verla arrepentida, de ver enrojecidas las chapetas de sus pómulos y su sonrisa de placer. Ya quedo más tranquilo, cuando vos refiere el lustre de mi falo, que brilla como luciérnaga del pecado, arrancándonos unas risas que nos unen en despreocupación y olvido… haciéndonos cómplices en el camino del más lujoso pecado, que es gozar como dos locos enamorados.




Nadavepo.





  

domingo, 16 de abril de 2017

Tu Nazareno











  Mírame desfilar con mi capirote erecto, bajo el palio de tus piernas. En mi calvario soy atravesado por el puñal de tu deseo, el humo de los cirios ciega mi mente dejándome al borde del vómito del placer.

  Como dama anclada al palio de mi excitación, derramas lluvia dorada edulcorada con tintes de lujuria…  que me hace vibrar entre los latidos de tu perversión.

  Arde mi falo como cirio rojo en penitencia desmedida, mientras  arponeas mis ingles con tus moradas uñas. Cara virginal, labios de diablesa, sucumbo ante las mil formas de pecar, cuando introduces en mi Vía Apia tu juguetona lengua.

  Tiembla mi verga, como las pieles de los tambores tiemblan, al ser golpeadas por tus tacones de estratosfera. Cilicio de enramado gusto, son los bocados que descargas sobre mis entrepiernas.

  Me flagelas alborotada, como hidra que castiga al apóstata que no quiere penitencia alguna.  Pero notas, que necesito inmovilidad para dejarme azotar, mientras yo me dejo llevar y sucumbo a la fusta de tus manos.

  Francamente fracaso, en la cuaresma que precede a este acto tan solemne, donde yo me vuelvo irreverente y no guardo castidad… porque me es imposible, si tú respiras a mi lado y con tu meñique la orquesta empiezas a tocar.

  Procesionaré siempre hacia tu ermita, donde clavaré hasta lo más hondo mi baquetón… dejando encalada toda tu entrada, tu fachada, tu campanario y los jardines de alrededor.

  Y antes de que mi vela se agote, deja que mis últimas gotas de cera se desplomen sobre tu boca… quemándote tu lujuriosa boca, dejándote tan saciada que no me puedas besar.

  Creeré que soy el capataz de tu sexo, pero nada más convexo, tú me dominarás y magullarás todo mi cuerpo hasta estremecer, y cuando me lleves al zènit y mis piernas no puedan responder… tendrán que cargarme en unas andas, para llevarme al purgatorio donde me pueda restablecer.

  Y si es mi penitencia, en tu fuego arder… quémame todos los días, que como el Ave Fénix de mis cenizas resurgiré.





Nadavepo. 





viernes, 7 de abril de 2017

Soy tu voluntad












  Pronuncié tu nombre, mientras me venía a la memoria el valor que según la biblia tuvo la primera mujer… que pecó por darle al hombre el más venerable y profundo placer.

  Y seguramente como ella, destrozas mi fortaleza cuando como bella serpiente, rodeas con tus piernas mi cintura erizada… ante el calor que emanas buscando tu recompensa y las ansias de apagar mi sed.

  Me das a comer tus dos manzanas prohibidas, aderezadas con una hoja de laurel… mientras anulas mi voluntad como inquisidor, que en la hoguera quiere a su reo ver arder.

  No puedo abrazar ninguna fé, ni tan siquiera quiero creer… cuando tu boca succiona mi báculo sagrado, que entra en pecado cuando lo haces desfallecer.

  Arráncame la voz, y déjame sin oído… cuando los gritos de mis orgasmos, enmudezcan con los tuyos.

  Me arriesgo a lamer tu guinda, para algunos envenenada, para mí  salada… que me enloquece como al naúfrago, que con el agua de mar quiere saciar su sed.

  Fuego y voluntad, frio y ardor,  rabia y celo… al final no sé si despertaré o estaré ya en el cielo.

   Lo que sí puedo atisbar… ¡Es que sin ti y sin tu sexo, yo muero!





Nadavepo.



 

  

lunes, 20 de marzo de 2017

El Sobre











  Me pregunto a mí mismo: ¿cuánto hace?

  Me respondo: lo borré de mi memoria como autómata desprogramado.

  Me vuelvo a preguntar, con ánimo de refrescar mis recuerdos: ¿años que duró?

  Me vuelvo a responder: es inútil, no lo podría medir por años.

  ¿Podría medirlo por distancia?: si fuese medido por distancia, no serían medidas terrestres. Habría que medirlo por distancias estelares… pero tampoco lo recuerdo.

  Sigo en mi autointerrogatorio, y me hago la más absurda de las preguntas, no sé qué quiero decirme con ella: ¿Cómo sucedió?

  Mi autorespuesta: fue, como cuando una madeja vegetal va rodando por el suelo empujada por el viento, y se divide en dos al llegar a una bifurcación de caminos.

  ¿Motivos?: no hubo motivos, fue así sin más.

  Porqué me pregunto todo ésto, solo por haber recibido una carta de ella. Aunque es raro, porque ella tiene mi correo electrónico y no tendría por qué haber usado este medio tan arcaico para comunicarse conmigo.

  Es eso lo que más me sorprende y lo que levanta toda mi curiosidad.

  Tengo el sobre en mis manos, huele a almizcle, extraño olor para una misiva tan enigmática. La voy abriendo lentamente, casi deseoso, casi temeroso, mi corazón palpita acelerado, bien por una emoción, bien por el susto a lo desconocido.

  Saco una nota con apenas cinco renglones, sé positivamente que la ha escrito ella, su armónica caligrafía la delata. En esas líneas me felicita por mi cumpleaños, y dice hacerme un regalo  porque le apetece y para que yo lo disfrute.

  Quedo anonadado ¿Cuál es el regalo? no veo nada más que esa pequeña nota. En un momento de lucidez, recuerdo los juegos a los que me enfrentaba, cada vez que esta mujer me regalaba algo.

  Olí el papel de la nota, y un sutil olor a limón perforó mi nariz, ese era el enigma ya que no podía tener más juego en tan pequeño sobre. Cogí una vela y fui tostando el papel, mientras aparecían ante mis ojos unas letras que decían: busca en el fondo de nuestro rincón y hallaras el quiz de la cuestión.

  Tuve que rajar el sobre y casi destrozarlo, para poder encontrar la tarjeta de memoria que había camuflado en él.

  Ahora sí que estaba preocupado, no sé lo que me encontraría en dicha tarjeta, así que con celeridad me dirigí a mi ordenador, para descubrir lo que ella ya había descubierto hace tiempo.

  Esta tarjeta contenía cuatro archivos de voz, nada más oír el primer clip, sentí pena en mi interior,  su eco era débil y triste. Me contaba lo que le había llevado a mandarme aquella sorpresa, y porque me extrañaba tanto.

  El segundo clip, era más jovial su tono de voz había cambiado, estaba más segura y más desinhibida. Ahí me entro el cuerpo en caja, en esta grabación me decía que me dejara llevar por el tercer y más largo clip, que me pusiera muy cómodo, que la cosa iría en crescendo, que por favor dejase que mi cuerpo reaccionara según oía. Insistió varias veces en que me pusiera los cascos, yo ya no sabía que esperar, pero de ella me podía esperar cualquier cosa, todo lo que hacía no dejaba indiferente a nadie.

  Puse el tercer clip, estaba en el sillón de mi despacho. Los cascos puestos y el dedo índice en el botón de arranque, lo pulsé… unos segundos de silencio en la grabación, luego empieza a sonar una música tenue y cálida. De buenas a primeras oigo a la reina de la voz más sensual y erótica que jamás conocí, empieza a seducirme con sutiles palabras, vocablos que ella sabía que me enardecían, no paraba de hablar mientras provocaba una y otra vez. Me incitaba a masturbarme, ella estaba ya en las primeras caricias, con solo oír su voz ya sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Se había masturbado tantas veces para mí, que mi falo lo recordó de tal manera, que salto como un resorte sin pasar por fases previas.

  Mi verga saltaba a cada gemido de ella, parecía estar sincronizada con su clítoris. Yo veía los vaivenes que con sus aterciopeladas manos, se pegaba sobre su maravilloso resorte, duro, erecto, inderrotable e incansable. Yo me despoje de todo lo despojable, lancé mi órgano sexual al aire no podía contenerlo más. Alineábamos nuestro placer, con la misma frecuencia en la que toca toda una orquesta sinfónica, sincronizados como dos saltadores de trampolín deseando tirarnos al vacío del placer.

  Mis gemidos cantaban al son de los suyos, acelerábamos, frenábamos, manteníamos el ritmo equilibradamente, nuestros sentidos cruzaban el universo de la más depravada lujuria. Ecos de azotes, colores de látex, burbujas de salivas encontradas, cristales blancos sobre pómulos rosados, minifaldas de cuadros, medias de seda, gafas de carey, sudores de sexo. Estaba totalmente metido en su caja de pandora, derribado por sus latigazos de placer, hundido en sus aguas bravas, marcado por sus dientes de plata.

  Fue un clip de diez minutos, que me mantuvo en el edén años luz. Solo oía el crujir de su desgarradora voz taladrando mis oídos, mi mástil estaba en formación y dispuesto a quebrarse en la última embestida de su maremoto. Y por fin… Salpicaron astillas flambeadas por una andanada de orgasmos suyos.

  Que vacío quedo en mi cuerpo, como flotaba entre sus senos y sus aderezadas nalgas. Como probé sin remordimiento el fruto del árbol prohibido, busqué en el diccionario palabras para describir este momento y no las encontré.

  Y después de un largo espacio de tiempo y cuando mi corazón ya se había calmado, quise oír el último clip, en el solo decía: espero que lo hayas disfrutado, como yo lo he disfrutado pensando en ti.

   ¡Hasta siempre!





Nadavepo.

 
 




jueves, 9 de marzo de 2017

Orgía












  ¿Cuantas manos necesitas para acariciar tu piel?, ¿qué es entre tanta gente lo que te da más placer? No contestes, no lo quiero saber, solo dime si quieres ser mi mujer.

  Ando loco por tí, y tú aprovechas mi debilidad para proponer. Me explicas, me tratas de convencer, pero por mucho que me digas yo no lo puedo entender.

  Me tachas de celoso, por no quererte compartir, yo suspiro y me conformo con dejar de sufrir. No entiendo de un placer, que no sea el que hay entre un hombre y una mujer.

  Duro es, saber que juegas conmigo como marioneta. Que repartes tu sexo a cualquiera, que se preste a tus devaneos por muy depravados que sean.

  No puedo entender como gozas entre tantos pies y tantas cabezas, yo me desplomo nada más con pensar, que otras manos acaricien lo que yo he acariciado con tanta vehemencia.

  No puedo mezclarme entre tantos olores, que confunden el rastro de mi tigresa. Menos aún con jugos, que ni quitan sed, ni dan a mi sexo fuerza. Aterrizar quiero delante de tu fortaleza… pero me es imposible, pues la alfombra la tienes manchada, de lluvia de otras praderas.

  Ruego a Dios que me quite esa venda, que me esclaviza a tí de una forma tan obscena… quiero abandonarte al llegar la luna llena, manchada, despeinada, y sin integridad para ser fiel a una pareja.

  Yo suspiraré aliviado, de no cometer la torpeza, de penetrar donde otros han penetrado, de abrazar los cardenales que te han dejado… y ni mucho menos desear sexo, con un amor que fue deseado.




Nadavepo.






domingo, 5 de marzo de 2017

Dómine












  Que plácida tarde de abril, tan placida como mi espera a que me someta mi señor.  Respiro profundo, ¡oh! mi “Dómine” escarlata, cuáles serán tus deseos para esta sumisa “Dama”.

  Mis labios se adormecen, mi saliva por dentro me empapa y aprieto mis glúteos esperando vuestra llegada.

  Pequeñas gotas de sudor, van surcando mis toboganes de maciza plata… quizás de placer, quizás de incertidumbre programada.

  Con ansia espero sus arquetipos sexuales, si se demora témblare, como lo hacen sobre las rocas los temblorosos  manantiales. Qué se yo de cuerdas, de fustas o de collares… solo sé, que su roce me produce espasmos vaginales.

  Quieres ver mis bragas al reflejo de la luna, pero antes me espera una tarde de sudor y ataduras. Orgasmos como cascadas, arrancarás de mi lujurioso cuerpo… por eso obedezco sin rechistar y sin aspavientos.

  Mi mente es más briosa, que todo los rosetones que produces con tus azotes sobre mi piel… por eso me vacío, antes de que llegue tan deseado momento de placer. Ya paladeo tu increíble poder, ya formo charcos sobre mi ser… y me corro y me vuelvo a correr.

  Dispuesta a todo, a que me arranques hasta la piel… porque quiero llegar hasta el zénit del placer. Éxtasis que parece brujería, que detiene mi reloj, que me hace aparecer: envuelta en rosas de terciopelo púrpura y amarrada al mástil del placer.

  Rompe mis bragas, no esperes hasta que aparezca la luna… e introduce en mis entrañas, tu “Tizona” desenvainada y envuelta en mi vaselina. Corre que estoy arrodillada, para mostrarte sumisión sin vocablos… solo gemidos e gritos de puros y desarmados orgasmos.

  Para cuando me castigues, mi imaginación no habrá parado de correr… y sobre tus ataduras habré eyaculado una y otra vez.

  ¡Así que aparece o te lo puedes perder!





Nadavepo.