lunes, 11 de enero de 2016

Asustado











   Me miras, te relames los labios… no sé porque, tú nunca lo has hecho. Tus mejillas enrojecen por el rubor de la lujuria, estoy extrañado, nunca te vi así.

  Siempre soy el cazador y tú la presa, aunque yo hubiera preferido la mayoría de las veces… que hubieses sido tú, Diana Cazadora.

  Por todo esto estoy desconcertado, me miras y no te reconozco… tus pupilas se clavan en las mías, como alfileres sedientos de penetrar mi piel. Casi babeas, recreándote en lo que imagino quieres hacer.

  Esas manos tan sutiles al tocar el piano, se han vuelto grotescas al coger mi tímida flauta… anonadado quedo por tu ataque tan furtivo, pienso que los demonios del líbido te han poseído. Pero aún estando entre las cuerdas, intento reaccionar zafándome de ti.

  Te tiras hacía mí, agarrándome con la misma fuerza y desesperación… con que la víctima se agarra al risco, en el borde del abismo. ¡Estoy asustado! tus poros sudan rabia contenida… no sé, si por lo que no has ofrecido, o por lo que a todo escape quieres ofrecer.

  Tus bragas mojadas, pervierten mi ingenua mirada… muerdes mi boca, como dragón ante la defensa de estar herido. Tus brazos, tus piernas… inmovilizan mi cuerpo, como la Anaconda lo hace con el ciervo despavorido.

  Nunca me vi en tal tesitura, desde que estoy contigo… ahora como bruja del aquelarre, te arrancas el vestido. Quieres que mi garganta zozobre, llenándola de  roncos gemidos… intento contenerme, aunque estoy des contenido.

  Intentas como posesa, que amartille mi pene contra tu coño descosido… que difícil es entender, que tú lubricas como yo, con un sueño pervertido.

  Los labios de tu vagina, quieren que los bese  mi boca… que complicado  es, no dejar que se derrame una gota. Duro es el encontronazo, pues consigues que mi mástil… en una tremenda erección se vaya quebrando.

  Consigues que mis corneas, se tornen de blanco… irresistible es respirar, los vapores de tu concha evaporando. Atacas con toda la fuerza, de los timbales de tus senos… magullado por sorber tus pezones, en la penumbra quedo.

  Has ganado, de rodillas ante tus alas abiertas… me desnudo, sin ningún complejo ni miedo.

  Ahora bebo todo lo que me ofrezcas, porque para saciarme de ti… aunque tuviera cien vidas, no puedo. Túmbame bocarriba o bocabajo, líame en tu alfombra… tejida de rizos negros, tan suaves al acariciarlos.

  Conseguiré beberme tus vísceras, comerte la piel a bocados…  porque necesito sobrevivir en tu isla, como un eterno naufrago.





Nadavepo.