Extrovertida, verde y libre,
como yo te deseo. Me arrastras hasta la piscina, tus pechos están al aire, sólo
vistes un minúsculo bikini, que sólo
tapa lo más impúdico de ti y lo que más lujuria provoca en mí.
Me miras y sonríes, es esa sonrisa que tu sólo pones, cuando me
vas a hacer delirar, pellizcas mi pezón sin avisar y antes que yo pueda
reaccionar, te tiras de cabeza al agua.
Tu ritual ha comenzado, yo
perplejo sólo observo. En el salto y a la entrada del agua, tu minúsculo bikini
ha quedado atrás, contemplo tu cuerpo desnudo a dos metros de profundidad, tus
pezones rozan los azules azulejos del fondo, tan duros y tiesos están que casi como diamante los puedes rayar.
Giras, subes, bajas, braceas
sin parar, y yo te contemplo como si fueses un delfín travieso, que me quiere
provocar. Los tirabuzones que haces en el agua, es la figura que me gusta más,
pues puedo ver integra tú anatomía, que a cada segundo me provoca más.
Llega el momento más
espectacular, flotas boca arriba y yo te miro, porque los labios de tu boca
parece el emerger de un volcán. Tus pechos flotan como dos islas desiertas,
donde todo naufrago quisiera naufragar. Tu vello púbico danza como serpientes
de medusa, que me quieren hipnotizar.
Ha llegado el momento, ya no
puedo más. Salto y te busco, agarro tus tobillos abriendo tus piernas de par en
par, y como topo ciego acoplo mi boca en tu sabroso manjar, lamo, succiono,
chupo, muerdo y beso, tu lombriz que no para de danzar. Me hundo comiéndote tu
aterciopelado coño, yo no sabía que debajo de agua no me hacía falta respirar.
Que volátil sobre el agua
estas, que bien te puedo baldear. Mi pene entra en tu vagina, con la suavidad
que lo hacia el Nautilus en su cueva submarina, donde se podía ocultar.
Conforme cogíamos forma,
empezábamos a coger velocidad, ya no eran penetraciones suaves, ya nos íbamos a
desarmar. Que forma más bárbara de follar, nunca creí que dentro del agua se
pudiera sudar.
Que maravilloso contraste,
estar en agua dulce y que tu mágico lubricar, la transformara en agua salada de
mar. Tú lamias mi pene, yo destrozaba a lametones tu coño virginal, que
posturas más increíbles, en el agua podíamos lograr.
Te amartillo una y otra vez,
imposible con tu morfología policromada, de tus carnes poder retroceder. No son
gritos, si no burbujas de placer, las que desprendemos como si fuésemos tritón y sirena, copulando al
atardecer.
Me rio, lloro, tiemblo, y no
sé cuántas sensaciones más, es incomparable nuestra forma de fornicar. Mitad
mamífero, mitad pez, te ruego me hagas el amor por última vez, será atronador
como terremoto, será vibrante como maremoto.
Creemos el vórtice del
huracán y bailemos como las lampreas al compás, corrámonos como fieras y en el
más intenso orgasmo, dejemos a mi semen que pueda naufragar en paz.
Nadavepo.