El color rojo de tu lencería, tiño las neuronas de mi mente,
que jugaron al cuento de caperucita convirtiéndome en tu lobo inocente.
Y el cuento se invirtió y tú me preguntaste.
― ¿Qué ojos más grandes tienes?
― Son para ver tu cuerpo, y deleitarme mejor.
― ¿Qué boca más suave tienes?
― Para succionarte tus pezones, y ponerlos mirando hacia el
sol.
― ¿Qué lengua más larga tienes?
― Es para calarla en tu sandia y sacarle todo su sabor.
― ¿Qué tallo más enorme tienes?
― Este sirve para profundizar en tu caverna y darle todo su
calor.
Y en este cuento me quede atrapado sacándole partido a todo
lo que me habías preguntado, y tu rojo en pasión se había transformado y al
acabar esta historia, por el bosque nuestros cuerpos quedaron desparramados.