jueves, 28 de julio de 2016

Saeta











  Ordéñame, ordéñame como lo hace el sol con la madrugada.

  Ordéñame como lo hace la abeja con la amapola sonrojada.

  Ordéñame y saca de mí, lo más profundo de la Vía Láctea.

  Da igual como lo hagas, con tus manos aladas, con tu boca aterciopelada o con lo más profundo de tus entrañas.

  Arranca de mi cuerpo con todas tus fuerzas, esas saetas blancas… y que cualquier parte de tu anatomía me sirva de diana.

  Verte asaeteada, ya sea en tus senos, tu boca o espalda, será convulsiones de placer para mi arco… que se tensa, a cada flecha en tu estremecedor cuerpo clavada.

  Te condecoraré con una medalla blanca, a tu pezón anclada… por ser la mejor amante, la más amada, la que hace fluir como el mejor zahorí de mi profundo pozo, la chispa de la vida más deseada.

  Grita tu grito de guerra, porque has ganado la batalla… deshojado he quedado sobre tus nalgas, anestesiado por éter que emana tu vulva encantada.

  ¡Dios mío! déjame aquí para siempre y que jamás llegue la madrugada… déjame abrazado, a la calidez de mi diosa de porcelana.





Nadavepo.




lunes, 11 de julio de 2016

Mi Jefe II













  Había pasado el tiempo suficiente, para que yo hubiese desestimado cualquier tipo de probabilidad de tener sexo con él… sólo sexo, pues nunca había buscado otra cosa con mi jefe.

  Pero aquella mañana, sucedió algo que siempre recordaré… a esas alturas, yo ya iba sin maquillar y no prestaba mucha atención a mi forma de vestir.

  Ese día hacía un calor insoportable, para colmo los aires estaban averiados… yo estaba de pie al borde de la mesa de mi escritorio, cuadraba unos gastos para presentárselos a mi jefe.

  No me dí cuenta hasta sentir su aliento en mi oído, que estaba detrás de mí observando como cuadraba las cuentas… o al menos era lo que yo pensaba en ese momento, yo quieta seguía con mi labor.

  El calor era atroz, su cuerpo junto al mío hacía de central térmica, que logró subir aún más la temperatura de mi cuerpo… yo llevaba un vestido de tirantes tipo camiseta de color gris, todo de algodón, ceñido y hasta la altura de los muslos.

  Él callado, yo desprendiendo gotas de sudor, que bajaban de mi nuca perdiéndose en el canal de mis pechos… mis axilas sudorosas habían marcado el vestido, también el algodón gris había oscurecido por mi pechera.

  Poco a poco noté que su respiración se descompasaba, estaba tan pegado a mí por detrás que podía oír los latidos de su corazón… ese desequilibrio en su cuerpo hizo que me pusiese cachonda, pero yo seguía imperturbable.

  En mi interior la voz de mi ángel me decía: tanto tiempo esperando ésto, y ahora que lo tienes te quedas estática… por otro lado el diablillo de mi mente me apremiaba gritando: putéalo, hazlo sufrir.

  No hizo falta ninguna de las dos cosas, cuando menos me lo esperaba noté su mano en mi trasero… entonces fuí yo la que aceleró sus pulsaciones, casi superándolo a él.

  Acercó su boca a mi cuello, empezó a lamer mi sudor mientras metía su mano entre mis bragas… su mano al igual que su lengua, se deslizaban con la misma sutileza con la que lo hace el patinador sobre el hielo.

  Me encontraba como si estuviese duchada, y no por el calentón que estaba sufriendo, que también, si no por el sudor incesante que no paraba de brotar de mis poros… él levantó mi mano izquierda y después de oler mi axila unos segundos, empezó a lamerla sin contemplación.

  La vibración, el gusto, el éxtasis que yo sentía no tenía palancón… él hacía y yo me dejaba hacer ¡me mataba de placer!

  Su mano trabajaba sin descanso sobre mi culo, las bragas por las rodillas y yo extasiada… para cuando su dedo más arpio llegó a mi coño, yo era una reverberación de espuma suavizante.

  Qué placer daba el muy cabrón, yo atolondrada mientras él me colocaba… leves orgasmos se me habían escapado ya, cuando sin previo aviso ¡zag! su polla dentro de mí está.

  Que pintura más vanguardista nos hubiera hecho Picasso, yo con el vestido como cinturón, las bragas a la altura del trapecista y él cómo arlequín, metiendo el poste descomunal en el centro de la pista.

  Arremetía una y otra vez contra mi culo, yo desplazaba el escritorio a cada embestida… nuestra forma de follar, hubiera sido plausible en el mejor de los teatros.

  Agarrado a mis tetas, no dejaba de vapulearme… mi vagina podía haber encendido fuego, si hubiésemos sido supervivientes en una isla.

  Era un polvo eterno, de grandes gemidos y mayores aspavientos… cuadernos por el suelo, lapiceros revueltos sobre la mesa y una filosofía en mente “fóllame hasta que se acabe el día”

  En una de mis enculadas, me frenó en seco… no sé cuánto tiempo estuvo clavado en mí sin moverse, pensé que se estaba corriendo dentro de mí o que lo haría en segundos ¡me equivoqué!

 Me giró, me tumbó en la mesa e inagotablemente siguió penetrándome una y otra vez… era de locura, bendita locura.

  Yo lo miraba a la cara, no podía definir en qué momento estaba… aquel hombre me iba a desfallecer a polvos.

  Marcó sus manos en mis pechos, en mi culo, en mis muñecas, en mis tobillos y los lapiceros marcaron mi espalda… sin dolor, todo con mucho gusto.

  Su cuerpo brillaba del sudor que lo recorría, del esfuerzo que acometía… y cuando yo ya no sabía que orgasmo era el que me correspondía, saco su polla de mi coño, parecerá una locura lo que pensé: pero aquello parecía una manguera cortada de repente con un hacha y pegando latigazos hacia derecha e izquierda soltando su flujo sobre todo mi cuerpo.

  Cuando todo acabó y pudimos recomponernos, él me dijo.

― ¡Perdóname! no sé qué me paso, vi una gota de sudor bajar hacia tu pecho y me volví loco.

  Yo quedé patidifusa, mientras pensaba: después de perseguirlo con mis mejores galas, los más caros maquillajes y la lencería más erótica del mercado, va después de varios años y me dice que una gota de sudor lo ha vuelto loco. No tuvo ni la menor idea de cuantas veces lance la caña para pescarlo. No puede ser, mi mejor golpe de efecto ha sido una gota de sudor.

  Cuando volví en si le respondí.

―No importa, no te preocupes, yo también he colaborado.

― ¿Quieres que vallamos mañana a cenar? Pregunto mi jefe.

―Jamás, tú y yo no somos compatibles, tú solo has sido un punto de sexo. Yo lo recordaré como un buen polvo, pero aquí se queda zanjada la historia.

  Desde ese día, nunca me sacó el tema. Además me respeta en demasía, ahora soy yo la que parezco su jefa en vez de él.





Nadavepo.





  

viernes, 1 de julio de 2016

Mi Jefe












  En mi trabajo, sólo vivía para que se fijase en mí… para que mi jefe me mandase, aunque fuese que respirase.

  Pasaba un día tras otro, y yo sin saber cómo atraerlo… ninguna batalla hasta ahora he ganado, que paradoja pues Victoria me llamo.

  Yo ardo de puro deseo por él, punto negativo otra vez… pues yo sólo soy una simple coma, que se diluye entre notas que se escriben, en los tablones que cuelgan de la pared.

 Derramo lágrimas de deseo, que caen como tinta sobre papel… lágrimas erotizantes que supuran todos los poros de mi piel.

  Eclosiono como huevo al nacer, cada vez que sueño… que él me cabalga una y otra vez.

  Borrador utilizo, para borrar toda la sed de sexo que me posee… inútil es, pues aunque él me grapara los pezones seguro que sentiría placer.

  Dejo de contar mi historia, apoyándome sobre la pared… pues jamás tirare la toalla, que él me hará humedecer.

  Continuará…





Nadavepo.