domingo, 28 de agosto de 2016

Poker













  En esta partida de poker, yo soy tu joker… amenizo tus baladas sexuales, utilizándome en todos tus lujuriosos lugares.

  Andrómeda vespertina, que utilizas tu ansioso as de corazones para bajarme los pantalones… que jugada más traviesa, pues sabes que enseguida me la pones tiesa.

  Abarrotado de deseo me dejo hacer en mi as de picas, como lo haces fermentar… tres envites y empieza a gotear.

   Tonto seré, si enseguida me dejo ganar la partida… pero con solo ver tu pareja de tréboles, empiezo a dilatar y creo que ni con un trio te puedo ganar.

  Busco un póker magistral para poderte vencer, pero tu sacas una escalera de tus rojos rombos de perversión, arrojándome sobre el sillón… pierdo esta partida, y tú para celebrarlo bailas desnuda una zumba de aquelarre. ¡Porque sabes que estoy a punto de penetrarte!

  Te subes en mi delicado as de picas, te contorsionas, te balanceas, me galopas, pero  no notas en el clítoris mucha presión… crees que soy un francés remilgado, pero ni idea tienes del as que en la manga tengo guardado.

  Mientras me follas a la francesa, pego el cambio a la baraja española y cambio el as de picas por mi as de bastos… aquí si notas la patria entre tus piernas, te desmadejas mientras entro y salgo a la bandolera y sin descanso.

  Sudas, te desmelenas, aroma de sexo se esparce por toda la estancia… lamo tus axilas, tus codos, tus piernas, estremecemos juntos como lo hacen los juncos en la rivera.

  Una vez quedamos escurridos, saciados, ablandados, despresurizados, Te nombro mi dama de corazones, título que te otorgo por como late tu corazón desbocado.




Nadavepo.





   

martes, 16 de agosto de 2016

Sorpresa












  Me despediste con un beso en los labios, yo partía hacia el trabajo como cada mañana. El horario de mi jornada laboral era lo que tu más odiabas, pues me ocupaba todo el día y siempre regresaba a casa agotado. Tú siempre echabas de menos el sexo, pero yo con el ritmo de vida que llevaba no te lo podía proporcionar.

  Pero aquella mañana fue diferente, llegado al trabajo me informaron que la red eléctrica había caído, que no se podría activar hasta el día siguiente. Así que regrese hacia mi hogar con la intención de darle una sorpresa a Sofía.

  Cuando llegué a casa imaginé que ella podría estar durmiendo, pues gustaba de levantarse tarde, así que abrí la puerta con mucho cuidado para no hacer ruido. Me encontraba en el salón y decidí desnudarme, para no molestar a Sofía encendiendo la luz del dormitorio.

  Me dirigí hacia el corredor, desde lejos observe que la puerta de nuestra habitación estaba entre abierta, un halo de luz salía del dormitorio iluminando el pasillo, por un momento pensé que estaba despierta y apunto estuve de llamarla. Pero luego pensé que se había dejado la televisión puesta y estaría dormida, por lo que callé.

  Me dirigí lentamente hacia el dormitorio, mi objetivo era no hacer ruido para despertarla. Conforme avanzaba oía unos susurros de fondo que no podía identificar, pero yo seguí pensando que era el televisor.

  A tres pasos de la puerta, oí una especie de… no sé en aquel momento lo que podía ser, la sensación era del ronroneo de un gato o algo así. En aquel punto, ya estaba yo muy extrañado, por lo que aumenté mi sigilosidad y cuidadosamente me puse en un ángulo en el que divisaba parte de la  habitación.

  Cuál fué mi sorpresa, al ver a Sofía tumbada sobre la cama con su mejor lencería, parecía estar preparando los preliminares para entrar en la euforia del sexo. Los sonidos que había oído mientras me acercaba, eran los susurros de una película erótica, que  aunque yo no la podía ver desde la posición que estaba, si podía oír a los actores gemir.

  Por un momento me encontré extraño, nunca había actuado como un voyeur, pero la verdad es que no podía moverme ni articular palabra, solo quería mirar. La sensación de observar sin ser visto, cargaba la adrenalina de mi cuerpo descompasadamente.

  Sofía entre abría los ojos, mientras sus fosas nasales no paraban de aletear, su respiración era cada vez más intensa y sonora. Yo perplejo quedé como una estatua de mármol, la quietud en mí era pasmosa.

  Ella hundía la nuca sobre la almohada, mientras se llevaba una de sus manos y la introducía entre su sujetador, acariciando su pecho. Su cuerpo empezaba a tensarse como las cuerdas de una guitarra, en un momento dado liberó sus senos de aquel sujetador tan suntuoso. Eso hizo que yo… aunque seguía inmóvil, no pudiera controlar el apéndice más loco de mi cuerpo.

  Al ver aquellas tetas tan sumamente bien torneadas, mí imaginación voló y aunque la había visto millones de veces desnuda, nada fué como aquella escena. Me excitaba por segundos, mientras ella seguía con su ritual erótico.

  Llevaba unos minutos acariciando sus senos, sus pezones endurecían sin límites, todo en ella estaba poniéndose terso y duro. Sus piernas arqueadas, sus vaivenes a un lado y a otro me estaban matando de placer. Bajó una de sus manos, posando su dedo índice sobre sus bragas de seda en el punto mágico, lo bajaba y subía en línea recta con una precisión milimétrica. Su boca entreabierta, susurraba el lenguaje del placer.

  De repente paró, me llevé un susto de acanto creí que me había descubierto pero no fue así, paro para deshacerse de sus bragas de una forma brusca, le molestaba todo lo que no fuese su cuerpo desnudo. Entonces su danza empezó a embriagarla cada vez más, sus movimientos eran picassianos no tenían sentido, pero contemplarlos erotizaba al más cándido de los ángeles del cielo.

  Empezó con mucha suavidad a acariciarse el clítoris, yo no podía medir los tiempos pero observaba como iba acelerando mientras el cuerpo se le ponía tan rígido que soló apoyaba la nuca y los talones sobre la cama. Mientras Sofía quebrantaba su cuerpo de placer, yo no pude evitar bajar mis bóxer y prender con la mano mi erecto pene.

  Mientras miro como te emancipas en tu sexo mágico y dorado, yo cual adolescente me masturbo refugiándome en la oscura luz del anonimato. Levitas sobre las sábanas blancas, aquelarre endemoniado por la lujuria que te ciega, mientras yo absorto en mi vaivén me ensaño.

  Tus aletas nasales vibran sin control, gorgotea tu garganta un dialecto perturbador, pezones empalmados y clítoris batidor. Yo entre acto, froto sin descanso mi órgano reproductor, mudo tendrá que ser mi orgasmo y no alertador. Pues disfruto sin palancón, viendo a escondidas la exquisita dulzura con la que se corre tu coño precioso y batallador.

  Contemplo como en una maratón, como vas al por el cuarto orgasmo. Y yo perdiendo el control, acelerando hasta la locura, buscando la meta del placer que me espera y cuando estoy a punto de estallar… un simple “argg” me delata.

  Miras hacia mí, me ves desarmándome pero no te desmoronas, al contrario te creces. Me miras con lujuria sin fin, abordas tu cuarto orgasmo de la forma más desmadrada, sin cortes sin pausas.

  Clavas tu mirada en la mía, jadeantes y sincronizados derramamos el más bestial orgasmo que nunca pudimos tener, después de unos segundos aturdidos por tanto placer, me indicas que me tumbe a tu lado y me susurras.

―Qué bonito es el sexo, en cualquiera de sus formatos.

  Yo te replico, con toda confianza y decisión.

―Desde luego amor, ven y mastúrbate de nuevo aquí a mi lado.




Nadavepo.





lunes, 8 de agosto de 2016

La Estocada












  Me atraes sutilmente hasta tu ruedo, de albero fino y delicado… y yo sin darme cuenta. Quizás porque soy neófito en el arte de la tauromaquia, no entiendo de capotes, ni de suertes, aún menos de pañuelos rojos, blancos o naranjas.

  Pero intuyo por tu brava mirada, que de estos lares quieres darme una lección magistral… para que me quede grabada a fuego, y jamás la pueda olvidar.

  Sin dejarme ni tan siquiera reaccionar, me embistes con tus temibles pitones… coronados con solapas rosas de puro deseo, que dejan marcada  cualquier parte de mi piel, allá donde se posen.

  De un encontronazo, me haces rodar por el suelo, mientras con tu mirada oteas mis puntos vulnerables… aunque tu casta diría, a por él, a doblegarlo en su punto más débil. Tú lo obvias y buscas prolongar la corrida.

  Quieres llevarte mi rabo, como el trofeo más preciado… yo intentaré que trabajes la faena, lo haré de cualquier manera antes de que lo puedas conseguir.

 Como traje de luces, utilizas los poros de tu piel  desnuda… esos que yo haré brillar, como cristales de Swarovski. Cuando los haga sudar, como sudará tu lengua y la raja de tu culo.

  Me atacas pellizcando mis pezones, cual si pusieras un par banderillas de múltiples colores… yo suelto un fuerte bramido, pues empiezas a nublarme todos los sentidos.

  Intentas destacar en la arena, mientras anillas mis lóbulos con tus enérgicas y eróticas manos… en este lance muerdes mi lengua, derramando en ella la saliva de tu lujuria contenida.

  Quiero darte un quiebro magistral, inútil es pues usas la muleta y me vuelves a tumbar… esta vez abierta de piernas sobre mi boca, me pones sobre las tablas del deseo. Embisto y no puedo parar de  succionar, la borla que corona la entrada, de tu puerta de la capilla de mi gloria.  

  Afilas mi estoque, con todas las herramientas de tu fragua… deseosa estas de recibir, una estocada o dos o tres, o las que hagan falta. Para derrocarme apretando tus nalgas, y debilitarme agotando lo que mi escroto como un tesoro guarda.

  Monosabio me vuelvo, al arrastrar tu cuerpo por toda la plaza…  me sebo con tu negra raja, donde clavo con todas mis fuerzas, no sólo una sino varias estocadas. Bramidos, bufidos, hasta sonidos de sirenas se nos escapan, que gran ovación merecemos por esta faena tan bien bordada.

  Nuestros cuerpos quedan vaciados, pero no de sangre sino de los jugos de la naturaleza divina… que gran corrida, esta es la que merece todo el esfuerzo, esta es la que nos da la vida.




Nadavepo.