lunes, 6 de noviembre de 2017

El sexo pensador












  Un deseo incontenido.
  Dos caricias sin decoro.
  Tres palabras obscenas… Que aumentan el calor, que entre tus piernas llevas.
  Me ciegas tanto… Que no sé decidir en mi locura, por cual oquedad de tu cuerpo la meto.
  Estas tan receptiva… Que en mi mente lo sorteo, por donde va a entrar este dedo. 
  Tu vocabulario es soez… Porqué mis deseos quieres ver arder.
  Maldíceme, blasfemia sobre mi sexo… Verás como arrancas de mí, toda la lujuria que llevo dentro.
  A ciegas palpo, a ciegas tiento… Que sensación tan extraordinaria experimentan mis neuronas, que me corro por dentro.
  Chuparé tus pezones… Con la gula del que chupa esas gominolas, que no prueba hace tiempo.
  Abrevaré en tu coño… Como el camello, que ha atravesado sin agua el cálido y ardiente desierto.
  Me saciaré de tu sal… Hasta no poder más, como el náufrago que surca en una endeble barca, el ancho mar.
  Y cuando la estrangules con tu mano… Sollozaré como aquel, al que le han dado un emotivo regalo.
  Perderé todo el pudor… Cuando en tu boca la hayas enfundado, como la espada que se enfunda, para reverenciar al ser ansiado.
  Entre tronos y mazmorras perderé todas las formas… Por eso seré tu verdugo, que sentenciará de una estocada tu culo.
  Y para culminar, te pediré que me aprietes las carnes con todas tus fuerzas… Para saber si estamos follando, o es un sueño de deseos encarnizados.



Nadavepo