lunes, 11 de junio de 2018

Sin Preámbulos













  Sin preámbulos… Tú llegaste como lo que eras, una dama culta, melómana de la mejor música actual, lectora empedernida de los mejores libros editados, admiradora en fin de cualquiera de las bellas artes; pero sin embargo, dispuesta a darlo todo.

  Abandonaste todos los prejuicios al entrar en aquella casa, excepto la idea de darlo todo en el sexo, estabas dispuesta incluso a estar tan liberada, como esas mujeres que ejerce la profesión más antigua del mundo.

  Tu pantalón era vaporoso, al igual que tu camisa, estabas accesible por cualquier lado; nos acercamos aún sin conocer nuestros cuerpos desnudos, pero con el mismo deseo de quienes se han visto millones de veces en esa tesitura.

  Nos miramos unos segundos, casi furtivamente; nos acercamos uno al otro, hasta abrazamos simultáneamente, fundiéndonos en un beso que pasaba de tierno a lo más endiablado del deseo.

  Mientras te besaba degustando tu saliva, deduje que serías todo savia, y que tendría que buscar todas las fuentes de tu cuerpo para saciarme; mientras entrelazábamos nuestras lenguas, de la misma forma en que se aparean dos serpientes. Metí una mano por la parte trasera de tu pantalón, lo primero con lo que me topé, fue con el hilo de tu tanga, lo levanté y seguí bajando hasta pegar un puñado con todas mis fuerzas sobre tu terso culo.

  Nuestras bocas seguían unidas babeantes, metí la otra mano y apretando tus glúteos te apreté aún más sobre mí falo; tus pezones se clavaron como alfileres en mi pectoral. ¿Que pasos he de seguir? Me preguntaba, para arrancarte todo el placer de tu cuerpo… Sólo me dejé llevar, te dí la vuelta y empecé a besar tu cuello, a lamer tus lóbulos, a rozar tu nuca.

  Mientras, una mano descendía hasta tu pequeño triángulo de tela, empezando a masturbarte por encima de él; la otra apretaba tus pechos como si quisiera arrancártelos. Impactado quedé, cuando como una hemorragia imposible de taponar, tu coño supuraba atravesando la tela del tanga.

  Que fácil fue deslizar tus pantalones hasta tus tobillos… perdí el conocimiento de lo que sucedió en los minutos siguiente, cuando volví a computar lo que estaba pasando, ya estabas de rodillas chupando mi polla, en mi mano tu tanga chorreante de tus vapores interiores, lo acerqué a mi nariz y como el niño que inhala pegamento, inspiré con todas mis fuerzas hasta quedar drogado de tí.

  El panorama no podía ser más excitante, mientras mi falo se perdía en tu boca, yo deliraba intentando fortalecer para no derramar. Hubo un momento que te cogí por la nuca y te puse de pie, un vaivén más y me hubiera desangrado en tu boca.

  Quería hacerlo todo, y aunque sabía algo de tus gustos, mi enervamiento me llevó a fustigarte con mi vara de bambú. Aunque la partí en tus nalgas, ningún respingo, ni un aspaviento. No era el momento, pero todo enardecía, así que sin titubear y teniéndote de rodillas, introduje un dedo en tu ano y otro en tu vagina… los movía frenéticamente, hasta notar que tus bombas se habían puesto en marcha, momento en el cual aproveché para penetrarte de una estocada seca, seguida de un cabalgamiento sin parangón, tu agachabas el culo dificultándome la cabalgada, tuve que reñirte varias veces para que lo elevaras y pusieras correctamente, para ser follada amablemente. Me abstengo a decir porque retraías tu culo cuando estabas de rodillas.

  Luego te cogí de la cintura, girándote violentamente y poniéndote boca arriba. Me arrojé sobre tí y volví a pentrarte, tú te dejabas hacer… yo mordía tus labios, agarraba tu pelo, tiraba de tu cuello mientras amortajábamos nuestras lenguas, todo me hacía sentir que eras mía, que yo era tu dueño; nuestro momento llegaba, mientras yo dominante te decía que eras mi guarra, la puta más deseada por mi falo, te obligué a abrir los ojos y mirarme fijamente mientras llegaba la gran explosión.

  Tú ya te habías corrido suavemente varias veces, como si no quisieras que yo me diera cuenta, pero para mí llegaba la primera corrida de las muchas que vendrían después; tú estabas a punto cuando yo mirándote a los ojos y sin poder prolongar más aquel placer, te grité “córrete conmigo hija de puta” la leche burbujeaba saliendo de mi polla, mientras tus pupilas se dilataban al sentir  como de tu coño, salían chispas orgásmicas que te hacían pegar un grito ensordecedor y seco. ¡Còmo quedamos al vaciarnos de aquella manera! parecíamos  dos guiñoles mojados y flácidos, con los cuerpos descompuestos por la contienda acaecida.

  Mil colores veían mis ojos, mientras recuperaba el aliento, no pude pensar que me la pudieras levantar, al segundo de una corrida tan estruendosa, pero tus labios de terciopelo hacia una corona para mi pene, poseído por tan bonita alfombra, que era tu lengua forjada de pétalos de rosa.

  Mamada asesina que casi con mi vida acaba, pues casi imposible me resultaba tomar aire mientras jadeaba. Si no me hubieses dejado seco antes, te hubieras llevado para adelante, toda mi simiente brotante. Gracias a eso, pude montar contigo un concierto, que juraría seria eterno.

  Toqué tus timbales al ritmo de tribus africanas, mientras tú soplabas sobre mi pínfano erecto a son del cánticos medievales, que melodías, que compases, ni María Callas en sus mejores tiempos en el teatro Scala, saca de su garganta la melodía que tú de mi cuerpo sacas. Cuando al fin me apoderé de tu arpa, empezaste a vibrar al ritmo de los anises de una maraca, música celestial nos rodeaba, tú subías los tonos de tus gemidos como coros Góspel en música consagrada, mientras te corrías como melómana de opera desbocada.

  Sin director de orquesta que nos guiara, tú cogías mi batuta dando fe de que guiabas cualquier orquesta que delante te pusieran. Dándole a la zambomba, mientras  yo tocaba tu armónica, ¡que contraste de instrumentos que no pegaban nada más que con mi cola! Fuimos extrayendo de todos nuestros instrumentos las mejores notas, hasta eyacular una y otra vez sobre aquella alfombra roja… por donde entraron nuestros deseos a recoger su Oscar.




Nadavepo
 
 




martes, 5 de junio de 2018

Lo inimaginable













  Después de una eternidad y algunos años más, pudimos materializar lo que pensábamos era polvo estelar. No quedamos como unos amantes normales, ni en viernes deseado, ni en sábado aún más demandado. Quedamos un lunes, el día en que todo el mundo está demacrado, excepto tú y yo que cualquier día incluso el lunes, nos parece un cuento de hadas enmarcado.

  Que acelerón dio mi corazón, cuando te vi vuelta de espaldas intentando divisar lo que tanto anhelabas, cuando nos vimos de frente agachamos la mirada, parecíamos dos adolescentes que se desean pero no encuentran palabras. Sólo un abrazo, que hubiésemos fundido hasta la madrugada, nos mantuvo latentes, hasta nuestra despertada.

  Te apreté la mano, te pellizqué la cara, quería asegurarme que no eras un sueño, que estabas sobre la tierra y no flotabas. ¡Cuánto deseo, cuanta taquicardia! hasta que no te tuve entre mis brazos no llego la calma. Viaje largo sin articular apenas palabras, quizás era por la magia de tu mirada, que era bálsamo para mi corazón y miel para mi garganta.

  Habían desaparecido las ganas de comer, de beber, solo nos mantenía hábiles nuestras ansias… De fundir lo que en cualquier parte del mundo, no se puede fundir en la mejor fragua.

  Acoplas sobre mi pecho tu espalda, giras levemente el cuello buscando el tacto de mis labios, tus glúteos encajan como cola de milano sobre mis genitales, empieza la danza de la floresta… Aquí profundizo sobre tu placer, buscando las zonas más libidinosas, la gloria de tus dos estrellas sobre mis manos se estrechan.

  En un arranque de lascivia te pongo de rodillas, a la espera de ver temblar tus labios  suplicando que desenfunde mi falo, y lo introduzca en tu boca. Demuestras tu deseo sin cortapisas, hundiendo mi verga hasta tocar tu campanilla, arcadas glorificadas en forma de lágrimas sagradas, las que derramas por la impaciencia de coronarte como mi fiel dama.

  Quiero sentirme poderoso, cabalgando a mi yegua en un galope trotón,  animándola con mi fusta a alcanzar la meta, quiero que cuando llegue le tiemblen las piernas. No podemos frenar, ni espuelas, ni bozal, tanto por delante como por detrás, bocados vienen y van… Quien nos viera de caníbales nos pudiera tratar.

  En el primer contacto fue brutal, como barcos piratas al abordaje en alta mar, puede que fuese para aflojar la tensión del tanto esperar. Ahora tirada boca abajo sin parar de jadear, beso tu culo para poder decolorar el color rojo de esos azotes dados para galopar. Fresa en piel blanca, rosa de tus pezones que se me antojan chicles para masticar… Quiero alterarme con tu cuerpo sin parar.

  Efluvios llueven, no paran de gotear, no podemos dormir sin dejar de supurar. Siempre presta, para que por las puertas de tu nirvana yo pueda entrar, y desfogarnos una y otra vez, y otra más… Esto es como el ocho tumbado, un infinito deseo de no parar. Es como si quisiéramos recuperar, lo que en estos años no hemos podido tocar… Y que ahora que no es un sueño que es realidad, aprovechamos para cubrir durante tiempo, lo que la distancia nos pueda quitar.

  Abrazados, mimados, acoplados como el módulo de una nave espacial, suspiramos al unísono para que esto no vaya a acabar… Aunque damos por hecho que el tiempo no lo podemos parar.

  Sexo + sexo, sexo sin parar, no sé de donde sacamos las fuerzas, quien nos observara diría que es brutal, como dos seres humanos no se desgastan de tanto follar… Menos mal que tú y yo lo sabemos combinar, una buena follada, un hacer el amor para descansar.

  No quiero acabar esta historia con un mal sabor de boca, la despedida llega, pero no queremos hacerla dolorosa… Me abrazas, empiezas a andar, sin volver la mirada te alejas, mientras yo espero que te vuelvas, ese momento no llegó, entiendo que no querías que se nos rompiera el corazón.



Nadavepo