Tu vello se erizo.
Tu piel se
puso de gallina.
Tus pezones
asustados, a la vez que punteaban se encogían.
Tus piernas
apretadas, el placer de tu vulva contenían.
Tus labios
cerrados, en contra de tu voluntad se abrían.
No podías
predecir el orgasmo, con un hombre como seria.
Tu mente se
nublaba, con los ojos entreabiertos no veías.
Todo se te
amontonaba, disfrutar del placer de tu
cuerpo no sabías.
Pero te
acaricie con una delicadeza extrema, como se roza la porcelana milenaria china.
Y tú te
sentiste cálida y comprendida.
Amortiguando
tus nervios y dejándote llevar por nuestra poesía.
Tu cuerpo antes
rígido, paso a ser flexible como el bambú al amanecer el día.
Y sin control
ni experiencia.
Abriste tus
puertas para que salieran los jugos afrutados de entre tus piernas.
Yo los libe
hasta saciarme, en ese momento supe que se habían cambiado las tornas.
Pase de profesor
a convertirme en aprendiz de primaria.
Ahora eres tú
la que me enseñas a regocijarme.
Con los
placeres que salen de nuestras entrañas.
Nadavepo.