lunes, 26 de agosto de 2024

¡Sorpresa! Segunda parte

 




-         Tu deseo es muy bonito, pero eso sin decirlo ya te lo había concedido, esperaba que ya lo hubieras averiguado y otro deseo más potente me hubieras solicitado… y no te doy más pista, sólo te digo en tu casa o en la mía.

     Quede absolutamente anonadado, agradecí a los dioses la fortuna que me habían dado, así que intentando dejar a un lado el pudor  le respondí como un rayo.

-         Me daría lo mismo en la montaña que en tu almohada o en la mía, igualmente me ilusionaría estar a tu lado en lo alto de un pino que en un polvoriento camino… así que dejo en tus manos mi humilde destino.

-         Pues si en mis manos dejas tu deseo y tu destino, te diré que no hace falta que nos subamos a un pino, que en tu casa o en la mía estaríamos divino. Así que te paso el relevo y te digo que donde más cómodo te encuentres allí actuaremos de forma diferente, nada pasivos y con seguridad muy activos.

      ¡Joder! Esto era como debatir en prosa, me encantaba lo que me estaba sucediendo y mucho más que aquella olla por momentos se pusiera hirviendo. Y como buen caballero la deje que eligiera pistola de duelo…

-         A mí no me dejes el relevo, que como buen caballero quiero que como dama elijas tú primero.  

     Margot afino su puntería y dijo sin cortapisas.

-         En la mía, será en mi casa donde dilatemos el tiempo esperando que sea fructífero nuestro encuentro, además tengo algo que te puede gustar.

    Fue todo tan mágico, que sólo recuerdo haber volado junto a ella en una alfombra voladora por las dunas de Bagdad, y para cuando quise despertar ya estaba en su habitación, es como si las horas que habían pasado hubiesen transcurrido en segundos.

 Observe con detenimiento la decoración de aquella estancia, y por lo que veía pensé que estaba en el cuento de Alicia en su país de las maravillas.

   Era tan venturoso todo lo que me estaba pasando, que me arriesgaría sin dudarlo a cruzar el mundo con Margot en ochenta días, o incluso a recorrer cien mil leguas de viaje submarino en un artefacto llamado Nautilus… O más aún, haría una ruta hasta el centro de la tierra siempre que fuese con ella.

  Estando en esta reflexión, sentí un beso en mi boca de pasión, era una diosa pagana la que me besaba por nombre llamada Margot. Abrumando y en éxtasis, sólo pude dejarme llevar abriendo mi boca mientras Margot me introducía en ella la gloria… y yo me dejaba hacer de todo por esa mujer.

  En los preliminares todo iba como la seda… besos, caricias, bellas sonrisas y apretones de adolescentes que nos ponían a tope de calientes. Preso de la ilusión estaba, mientras a través de su ropa interior yo imaginaba… y sólo veía a una espartana desnuda que era como ellas luchaban, mientras sentada sobre mí me imponía una forma de placer que desconocía.

  Y llego la hora de actuar de forma profundamente sexual pero original, entonces en el momento que pasamos de los preliminares al sexo funcional y cuando yo la intente penetrar, Margot de forma inquisitoria me insinuó…

-         Para penetrarme has de decir las palabras mágicas, si no das con ellas te quedaras seco como la botella con el mensaje que Robinson al mundo mando.

  En ese momento quede aturdido, ¡pues que palabras serian aquellas, que yo no tenía ni idea! Aquello me puso a cavilar cómo resolver aquel enigma que ni Einstein sabría darle una solución. Mientras me debatía en encontrar las palabras adecuadas ella se desesperaba y me replico.

-         ¿Cuánto vas a tardar en encontrar la palabra mágica?, pues ya me empiezo a enfriar.

   Aquella presión no me dejaba pensar, pero no sé cómo se me ocurrió algo interesante para atacar. Así que rápidamente le respondí…

-         ¡Ábrete sésamo!

-         ¡Nooo! Frio, frio, sigue estrujándote las neuronas y échale imaginación, saca algo habilidoso que me haga abrir las piernas…

    Además de desorientado y caliente como estaba, mis neuronas exprimidas no me funcionaban, seguramente eran las neuronas de mi miembro las que me nublaban y alelado me dejaban. En un intento de abrir su vulva marciana con esa frase que a ella le agradara, le expuse otras palabras que yo dilucidaba eran mágicas.

-         Abracadabra que tu vulva se abra.

Además de reírse, volvía a dedicarme un no rotundo… y replico en forma de eco:

-         Si aciertas la cuelas, si no a llorar que teta no tocaras.

Volvió a reírse con mucha más fuerza, pero al observar que me tenía desconcertado me alentó.

-         Sonríe, no te desconciertes que esto al juego del amor también pertenece. No te derrumbes y sigue dándole vueltas a la pelota, ya verás cómo lo consigues, ¡animo!

Algo nuevo se me ocurrió, de manera que emocionado le lance:

-         Abre la puerta que es la hora de comer, no me mates de hambre que si no te flaqueare.

-         ¡Jajaja! ¿Me flaquearas o me follaras?

Aquella palabra tan gruesa me dejo además de anonadado la pera más tiesa. Su descaro me encantaba, pues yo nunca palabras tan sonoras había usado en un encuentro amatorio. Entonces con humildad volví a decirle otras palabras con la esperanza de acertar.

-         Supercalifragilisticoexpialidoso, abre tus labios que me tienes acalorado como a un oso.

-         Veo que eres un genio de las palabras, pero no das con las palabras. Pero como ves esto le da emoción y subimos el calentón.

Yo creo que de seguir así perdería la vergüenza y le soltaría una que no levantaría la cabeza. Por lo que quise usar algo tan brutal como ella a ver si la tumbaba o se cabreaba.

-         Si tienes tu higo tan caliente como esta mi pepino, ábrete de piernas que veras como te quito el dolor de cabeza.

Ella se puso seria y me miró fijamente, pasados unos segundos y cuando yo más acojonado estaba por creer haber metido la pata, Margot estallo en unas carcajadas que hasta la carne me temblaba.

-         Eso es lo más fuerte que sabes decir, pues como te coja la verga te voy a exprimir… Y ahora vas y lo cascas.

Me estaba poniendo a prueba o aquello era un duelo de frenesí y deseo. No me lo pensé y le dije corriendo:

-         ¡Eureka! abre bien los oídos que con esta frase ya te tengo. “ Tengo mi pene como un puñal de hielo, deja que lo envaine es tu sexo… no sólo para su deshielo, también para sentir en mi falo el latido de tu bramante corazón” 

Me miro, no sabía interpretar que sentimientos reflejaba su cara, pero supuse que algo grandioso me esperaba.

-         Te diré, que cualquier palabra tuya me hubiera ganado, pero con esta frase me has desarmado… así que hazme tuya con toda la intensidad que el acero de tu puñal en mi cuerpo pueda penetrar. Tienes mi permiso para destrozarme a tu antojo.

 Ese sentimiento tan asolador tuvo una incursión en mi mente y cuerpo, que nada estaría en el mundo tan rígido como la voluntad de hacerla evadirse de este mundo en varios orgasmos en escalera que a la nube del estasis la subiera. Así que abiertas las puertas de su gloria, entre hasta sus entrañas y tras algunas horas tuvimos que despertar lentamente como si nos arrastrara una ola. Todo para evitar un infarto no buscado por tanto desenfreno expresado en un lienzo de carne estructurado.  

  Y después de poder abrir los ojos y darme cuenta que estaba en la tierra, rece para que esta relación no fuese… un sueño de verano.

 

 

Alejandro Maginot

 


¡Sorpresa! primera parte

 



 Damas y caballeros, ni yo mismo alcanzo a creer lo que en estas líneas os voy a narrar… pero con la mano en el corazón os digo que no fue un sueño, que todo lo que cuento en estas líneas sucedió.

 Sorpresa monumental me lleve, cuando caminando por la playa al rodear unas rocas la encontré… espejismo o lo que mis ojos dilucidaban era real, por un momento la quise tocar para ver si era de carne y hueso o estaba hecha de espuma blanca de ese precioso mar.

 ¿Cómo llamar su atención? Me pregunte, y pensé en hacer ante ella un castillo de arena guardado por caballitos de mar con almenas de coral y flujos de brisa marina que la pudieran acariciar. La quería impresionar mientras ella ignorándome con sus pechos desnudos se dirigió hacia la mar.

 Cuando hubo refrescado su cuerpo, salió hacia fuera mientras las pequeñas olas reflejaban su intenso bronceado… y yo quedaba pasmado mientras observaba la escena bajo el yugo del calor.

 No sé si el sol tostaba mis neuronas o era ver sus pechos los que nublaban mis sentidos, pero la sal del agua de mar incrustada en sus pezones desprendía una luz que cegaría al más valiente de los mortales.

 Una ráfaga de aire hizo volar su toalla, la pude coger mientras volaba como alfombra mágica… y al devolvérsela por primera vez al mirarme vi como sus ojos brillaban, ¿era su preciosa mirada o encontraba en mí a un ángel de la guarda? No tenía ni idea pero mi imaginación volaba, mientras ella me preguntaba.

-  ¿Qué horóscopo eres?

 Yo titubee y pensé… ¡pero eso qué importancia tiene! Pero como autómata respondí…

-         Piscis, como pescado servidor de sirenas como usted.

 Eso la hizo sonreír, mientras me decía…

-         Por favor, tutéame que yo soy tan joven como usted.

Volvió a reírse pero aún más fuerte.

 Y sin titubear me volvió a replicar…

-         Dos veces usted, es como elevar usted al cuadrado… y esto bien se merece un suculento helado.

 Esta vez fui yo el que sonrió, pues me encanto su sentido del humor.

 Recogidos sus bártulos nos dirigimos hacia el primer chiringuito que desde la playa divisamos. En el pequeño trayecto que por la arena andamos, sólo nos dijimos que nada de florituras que fuese verdad todo lo que habláramos.

 Aproveche aquellas palabras para cuando estábamos sentados decirle…

-         ¡Ahí va mi primera verdad!... Te quiero una jarta.

 Esta vez casi se desarma riéndose, y tuvo que tomar aire para poder decirme.

-         No puedes negar que eres andaluz, esa palabreja me deja alucinada y me haces reír sin parar. Pero tengo que decirte que eso no es una verdad, pues no me puedes querer en diez minutos, así que esfuérzate un poco más por decir alguna verdad.

 Aquellas palabras me dejaron bloqueado, como pude decir que la  quería en tan sólo diez minutos aunque mi corazón así lo sintiera, pero tuve que rectificar pues de esa manera no me creería.

-         Bueno en realidad quise decir que me gustas una barbaridad, aunque sean diez minutos los que han transcurrido. Pero tú mismo lo has dicho, soy andaluz y mi forma de hablar es magnificándolo todo.

-         No pasa nada, si a mí me encanta tu forma de hablar. Si tu encanto es hacerme reír, me estas cautivando por momentos.

 Dijo ella sin parar de sonreír.

-         Y ahora quiero saber algo más de ti… por ejemplo tu nombre, que estoy convencida que será Manolito o tal vez Joselito.

 Volvió a reír mientras yo no sabía por dónde salir, pues creía que no me tomaba enserio.

-         Pues aunque no lo creas por ser andaluz, mi nombre es histórico, me llamo Alejandro.

 Ella se tronchaba, mientras me decía…

-         Alejandro Magno, como el helado que nos vamos a tomar, “magnum”

Esto era de órdago, así como la iba a enamorar, si de tres palabras tres eran de cachondeo, y que conste que yo me sentía un tío gracioso. Pero la verdad que le cogí el compás y reía al unísono con ella, pues sus golpes me hacían reír sin poder disimularlo. Tras una tosecilla volvió a intentar lanzarme una pregunta, pero yo la corte en seco.

-         ¡Oye eso no vale!, no sigas preguntándome sin antes decirme tu nombre, que el mío ya lo conoces.

Enseguida respondió.

-         Me llamo Margot, como ves mi nombre no es histórico como el tuyo, pero me gusta una jarta. Jajajajaj.

Esta chica me desbordaba emocionalmente, así que decidí atenerme a su ritmo, intentaría escrudiñar cuando hablaba en serio o estaba de guasa.

-         Bueno entremos en materia, y vamos a lo serio.

Me soltó con una mirada picarona, la cual me hacia pensar que no sabía por dónde saldría. Pero no tarde en averiguar que sería un interrogatorio…

-         ¿Fumas?

-         No, jamás he fumado.

-         ¿Bebes?

-         Sólo una copa de rioja cuando como en restaurantes, o una cerveza con algún aperitivo.

-         ¿Haces deporte?

-         Si, diariamente.

Después de algunas preguntas como estas, me llevo a un terreno que para mí era… no sé cómo definirlo, pero si supe responderle.

-         ¿Qué religión profesas?

-         Ninguna, sólo vivo con mi propio dogma.

-         ¿Partido político al que votas?

-         Sólo voto cuando el candidato sea del partido que sea, me demuestra que es inteligente.

-         Muy buenas respuestas, no hay quien te coja en un rehusó.

Me dijo mirándome a los ojos con un interés que antes no había mostrado. Pero sin cortarse un pelo volvió a la carga preguntándome cosas cada vez más personales o quizás intimas, así que me dispuse a sacar mi artillería para desalmarla en cada respuesta que le diera.

-         Si tuvieses un sueño erótico conmigo… ¿Cuál crees que sería? O mejor dicho descríbemelo.

Pensé que intentaba sacarme una respuesta vulgar, o tal vez los típicos sueños que tienen por norma todos los tíos. Pero ni yo entraba en los tópicos ni me sentía un chico normal, y mirándola a los ojos me lance a contarle lo que soñaría eróticamente con ella.  

-         Te imagino en una habitación decorada toda de blanco, estas en la cama tapada con una preciosa sabana de algodón egipcio. Traspaso el umbral de la puerta y con una voz muy sexi me dices… Alejandro que ojos tan grande tienes, y yo te respondo: para verte desnuda bajo tu ropa interior. Alejandro que nariz tan grande tienes, te replico: para oler tu sexo a quince Kilómetros alrededor. Alejandro amor, que boca tan grande tienes, te contesto: para sorberte como si fueras un caracol. Y en este punto voy y me despierto, se acabó el sueño ¡qué mala suerte!

La deje descolocada del todo, no sabía que decir. Por primera vez era yo el que me reía primero, aunque enseguida ella me secundo.

-         ¡Eres un artista! me encanta tu sentido del humor, y como me has ganado te concederé un deseo… así que pídeme lo que quieras.

Quede dubitativo, no sabía lo que quería decir con deseo… pues mi deseo más vehemente seria yacer con ella en la nube del deseo más infinito, pero no me atrevía en tan corto plazo de tiempo pedir tal deseo. Así que contenido le pedí algo comedido.

-         Pues mi deseo seria verte otra vez cuando nos hayamos ido. Y con eso creo que todo en una frase te lo digo.

Me miró fijamente y con voz de desilusión me replico…




Alejandro Maginot.