Después de un año juntos y con un comportamiento
en el sexo ejemplar, ¡seguramente por mi timidez o por desconocer los campos de
la lujuria! Aquel fatídico día me lance sobre ti como una flecha, a la
velocidad que la cuerda del arco la arroja sobre el centro de la colorida
diana.
Yo creía que con estas frases te caldearía…
― Sellaré con mis labios tu boca como si fuesen una ventosa que
no te dejara respirar… no podrás ni suplicar.
― Morderé tu cuello con la fuerza de un tiburón, entre corales
multicolor… y me dirás que no deje de apretar.
― Apretaré con mis diabólicas manos tus senos turgentes, a la
sombra de las pirámides del faraón Keops… y tu contestarás, por Dios que no
salga el sol.
― Impregnaré con mi saliva tu ombligo, en cualquier lugar
donde nos situé el destino… mientras gimes sin escala de sonidos.
― Mi lengua malvada y viperina, lamerá el circulo que está más
abajo de tu vagina, hasta que te retuerzas como el rojo regaliz… mientras vapeas
sin control por tu nariz.
―Mis dedos arlequinescos en el interior de tu sexo harán malabares
que quebraran tu voluntad… mientras tú de placer no pararas de llorar.
― Y cuando en el punto más álgido estés, mi verga loca y
disparatada te follará hasta dislocar tu cuerpo cual marioneta…
mientras tu vuelas como una cometa.
― En el momento que caigas sobre la cama agotada, te tatuaré las nalgas con mi lengua caldeada… mientras tus parpados se cierran como nubes
de algodón.
Acabado este monólogo ardiente y yo repuntado
como un mondadientes, creí tenerte caliente y preparada para el sexo más
indecente… estando alineado y frotándome las manos, no esperaba que me dieras
esa respuesta tan fría.
― ¡Lárgate de mi casa! Depravado.
Cabizbajo salí por el umbral de tu puerta y
mientras bajaba por la escalera mi mente se nublo… que error he cometido que de
la emoción he pasado al desaliento más oscuro.
¿Aprenderé alguna vez a entender a la mujer? O
por lo contrario en celibato toda la vida me quedaré.
Alejandro Maginot