martes, 18 de octubre de 2022

Inquietos

 


 Entre la realidad y la ficción, atrozmente arrancas de mis entrañas toda la polución, que genera mi fricción contra tu generoso cuerpo.

 Vicio indomable que al acabarlo me deja delirante, droga o atracción es de todas las maneras mi perdición… pues sin ti y tu polución pierdo la razón.

 ¿Sexo o adicción? Esa es la razón por la que mi cuerpo me traiciona y en las nubes del delirio me abandona.

 ¿Dime si tú eres la culpable de mi drogadicción? Que te juro que aunque lo seas no me desenganchare de ti, prefiero morir en ese acto que vivir un segundo sin estar acoplado a ti.






  Alejandro Maginot




jueves, 7 de julio de 2022

El Padre Damián

 


 Esta novela nació con el título de “La tentación está en mí”. Años después y debido al éxito que consiguió se ha vuelto a publicar, pero esta vez con el nombre “El padre Damián”.

  Así que si no la leíste en su día, la puedes  encontrar ahora en Amazon.





Alejandro Maginot 


miércoles, 22 de junio de 2022

Mens Sana

 

 Piensa en positivo, desayuna fuerte y haz deporte hasta con la frente. Prometo que en dos días notaras los resultados aunque te infles de helados. Práctica siempre deporte, aunque sea en pelotas o con calcetines… veras como siempre sonríes.  



Alejandro Maginot


lunes, 23 de mayo de 2022

Si duda me reconoceréis

 

  Que os puedo decir de esta historia tantas veces leída y representada en teatros y colegios. Por eso hoy no haré carta de presentación sobre este vídeo simplón… que espero os deja con cara de satisfacción.



  

               Alejandro Maginot




lunes, 25 de abril de 2022

Yo sí creo

 

  Dicen que la poesía romántica esta pasada de moda… pues sin poesía y romanticismo no dudéis que no habría melodía, ni color, tampoco aroma e incluso me atrevo a decir que no saldría el sol. Por eso la poesía es mi gasolina, la que arranca el motor de mi corazón y la que me llena cada día de ilusión.





Alejandro Maginot


sábado, 9 de abril de 2022

Mi última novela


  Esta es la presentación de mi última novela “Alastair y el fallido experimento en Aberdeen”.

Ya a la venta en Amazon.





     Alejandro Maginot


viernes, 6 de marzo de 2020

El Deseo












   Narigudo y Sonrisitas estaban abocados a desearse desde siempre.

  Todo comenzó una noche de abril, en una concurrida fiesta en las afueras de Córdoba; Narigudo se acercó a Sonrisitas con temor a ser rechazado, pero parece que con el alcohol todo fluía aquella noche de una forma casi desconocida para ambos.

   Él, la podía oler, casi tocarla, oía su vibración; pero él sabía que muy bien se tenía que dar la cosa para que su dueño lo dejara salir de su encierro, que por cierto aquel día su mazmorra tenia las paredes blancas; su amo solía cambiárselas a diario de color.  Narigudo pensaba en Sonrisitas metida también en su habitáculo, quizás rosa, tal vez negro, o en el mejor de los casos rojo; a cierta distancia trataban de conocerse, aunque les resultaba difícil dado que sus respectivos dueños no ponían los medios suficientes  a su alcance, además estaban embutidos en los vaqueros y la música sonaba a todo volumen, le resultó imposible hablar con ella, incluso gritando no era oído.

   Aquella noche, Narigudo se marchó para casa trise y desolado, no sabía cómo Sonrisitas se había quedado, pero él  se sentía en deseo desbordado pero en intenso dolor de no saber cómo su dueño podía apagarlo. Antes de llegar a su morada, Narigudo sólo recuerda que los efluvios del alcohol, hicieron que su dueño lo dejara asomar la cabeza varias veces para soltar lastre, así que aquella noche sólo vio la rueda de un vehículo aparcado de mala manera, al cual puso chorreando con su agüita amarilla, quizás mi dueño quiso sacarme allí, para castigar a dicho conductor por su pasotismo, también meé sobre el metal de una farola, con el consiguiente miedo a quedarme electrocutado, mi dueño a veces se portaba el muy cabrón como un KamiKaze conmigo, por último vi unos adoquines mugrientos, en los cuales al salpicar puso sus zapatos como un traje de flamenca, lleno de lunares.

    Al día siguiente al despertarse, Narigudo se sintió muy fuerte y vigoroso, había montado una tienda de campaña con las sábanas pensando en Sonrisitas; estaba muy contento pues su dueño por las mañana solía tomar una ducha, que al contrario de un baño lo hacía especialmente feliz.

  ¿Por qué le gustaba más una ducha que un baño? Pues era muy simple, en cualquiera de los dos momentos su señor lo dejaba libre; cosa que lo hacía muy dichoso,  pero al contrario que en la ducha, en la bañera tenía que luchar por tener su cabeza fuera para poder respirar, le aterrorizaba tener su ojo avizor sumergido e asfixiado por la espuma, por el contrario la ducha era eficiente y certera, las gotas chispeantes lo golpeaban haciéndolo ponerse de mayor grosor y mucho más valiente… tan valiente, que si su dueño se descuidaba, podía escupir a varios centímetros de distancia, sus escupitajos blancos; ni el mejor escupidor de huesos de aceitunas, hubiera logrado superarlo en su alcance, él creía que a su dueño eso le gustaba, pues cuando lo hacía, ponía caras estrambóticas, además hacia ruidos guturales que ni yo mismo los podía traducir; el caso es que cuando yo soltaba aquellos espermatozoides tan juguetones, mi señor se relajaba y quedaba tan contento como marrano que se va volando.

  Narigudo notaba en sus erecciones, que su señor echaba de menos a Sonrisita, pero con seguridad no tanto como él,  así pasaron los días entre idas y venidas, deseos y pasiones, y muchas ganas de volver a ver a Sonrisitas, sólo sobrevivían al lento pasar del tiempo, retozando entre escupitajos blancos, de la ducha a la cama.

  Era sábado, tocaba salir, y yo contento de ver a mi dueño acicalándose para ir lo más guapo posible, a una fiesta que había sido invitado. Era en el chalet de un amigo suyo, la preparación fue interesante, pues a la hora de vestirse mi señor, se vio negro para enfundarme en aquel slip tan sumamente picante. ¡Joder! pero el tío era a veces tan bruto, que si no entraba, era capaz de degollarme la cabeza.

  Llegados a la fiesta, mi señor mientras iba saludando a sus colegas, observaba más allá, yo puse ojo avizor por si a él se le pasaba algo interesante, poder darle un toque de atención. Recorrió el recinto con la mirada, mientras la gente no paraba de entrar, de repente mi dueño se quedó clavado, observando como un ramillete de bellas señoritas entró a la fiesta. Las fue desglosando poco a poco, pero mucho antes de que él se diera cuenta, yo noté que entre aquel ramillete estaba Sonrisitas, pequé tal respingo que acojoné a mi señor. Alegría a raudales me entró por mi cilíndrico cuerpo, marcando mis venas como si fuera la Masa antes de ponerse verde para entrar en  acción. Mientras mi dueño quedaba embobado, al cruzar la mirada con la dueña de Sonrisitas; yo trataba de salir de aquellos dos envoltorios donde me hallaba atrapado, intentando hacerme ver por mi alucinante Sonrisitas, que aún sin verla, ya podía intuir como seria, pues cortaba en dos los vaqueros de su señora; tremendo cañón al cual yo quería bajar desaforadamente.

  ¡Por fin! Después de unas horas de espera, mi señor se encontraba en una de las habitaciones del chalet, con la señora de mi amada Sonrisitas; ellos empezaron muy sutilmente y con mucha floritura, en el preámbulo del apareamiento, Sonrisitas como dama refinada contenía sus impulsos, yo como macho alfa y llamándome Narigudo; entenderéis que estaba como un toro desbocado, ¡casi desabrocho la cremallera de mi señor a cabezazos, antes de que lo hiciera el!

   Cuando por fin mi señor y su señora estuvieron desnudos frente a frente, y yo pude ver al natural a mi amada Sonrisitas, los aspavientos de alegría y emoción, me hacían comportarme como un niño retozón. Sonrisitas no dejaba de mirarme con su sonrisa vertical, mientras yo empezaba a mostrarle mis chispitas cristalinas, con las cuales me frotaba la cabeza, para ponerla brillante, antes de entrar en su morada, que uno es un caballero de tomo y lomo, y no entro a casa de nadie de cualquier forma y menos sin darme un poquito de brillantina.

  Yo trataba de alcanzarla como el galgo a la liebre, pero mi señor y su señora se lo tomaban con calma, aunque a Sonrisitas ya se le caía la baba entre sus labios, es como que quería darme un mordisquito, aunque os puedo jurar, que hubo un momento que me asusté un pelín, pues lubricaba tanto, que en vez de un mordisquito, pensé que si aquello tenia dientes, me podía arrancar la cabeza de un sólo bocado. Cuando llegó el momento de acoplarnos, yo iba con algo de recelo, pues no sabía si saldría decapitado de allí.  Mi señor me apunto con mucha certeza, sobre aquellos esponjosos labios, cuando me fui deslizando hacia adentro, tuve que encender mi linterna de minero, para poder ver por donde andaba, una vez dentro descubrí que ni el palacio de Buckingham ni la misma capilla Sixtina, encerraban los tesoros que encerraba mi Sonrisitas en su interior, terciopelo rojo envolvía sus paredes, mármol blanco su pavimento, ámbar liquido bañaba mi cuerpo al balancearme dentro.

  Yo disfrutaba mientras mi grosor aumentaba, tenía miedo a estallar y ponerlo todo patas arriba, ¡pero es que ella me lo pedía! Así que al unísono nos lo dijimos, ¡que sea lo que Dios quiera! Y que salga el chorreón por donde sea… que ya nuestros dueños se encargarán de meterlo todo por vereda.


Nadavepo