Te
lanzaste sobre mí como los acordes de una guitarra eléctrica.
Descargando sobre mí todas las vibraciones que
emanaban de tu cuerpo.
Yo me defendía, punteando con mis dedos una
canción de placer sobre tus senos.
Y tus manos como ecualizador, elevaban el
grosor de la púa más elástica de mi cuerpo.
Y yo mientras tanto afinado los gemidos, que
al acariciarte salían de tu precioso cuerpo.
Como
en un concierto, al penetrarte tu empezabas a bailar frenéticamente sobre mi
miembro.
Y
entre tus piernas, tu clítoris vibraba
lujuriosamente como vibra con
buena música la membrana de un gran bafle.
Y como en una actuación y antes de que se
cerrara el telón, explotamos en un orgasmo de serpentinas blancas y rosetas de
color.
Nadavepo.
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