lunes, 1 de junio de 2015

Electra









Te llamo Electra y no porque seas descendiente de un rey griego.

Descubrí tu nombre cuando mi piel rozo la tuya.

Descargas intermitentes recorrían mi cuerpo, erizando hasta el vello más prófugo de mi geografía.

Una sacudida removió todas mis neuronas, al chocar nuestras lenguas en una cascada de burbujas efervescentes.

Mis manos se quedaron pegadas a la corriente estática que desprendían tus pechos.

Chispas de deseo, saltaban desde tus ojos al abismo de mis más lujuriosos deseos.

Creí que moriría entre tus brazos totalmente electrocutado.

Cuando apuntale mi pértiga en el umbral de tu preciosa puerta, mis dos acumuladores encendieron sus motores.

Una vez estuve dentro, tus propulsores arqueaban mi cuerpo.

No sé cómo no sucumbí, cuando tú generaste aquella tormenta eléctrica.

Entre tus rayos y mis centellas, saltamos como resortes que salen de debajo de la arena.

Las chispas que derramábamos, casi prendieron nuestro lecho convirtiéndolo en un fuego eterno.

¡Ahora ya sabes porque te llamo Electra!



Nadavepo.





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