Roce las guindas de tu árbol, con los mismos
labios… que de otra mujer un día me amamante.
Tacto de seda queda en mis yemas, cuando con
mis abruptas manos… intento sobornar tu piel.
Acaricio la envoltura de tu melocotón, con
tanta ilusión… que de entusiasmo creo desfallecer.
Una fresa en lo alto de tu monte, hace que
pierda el norte… hasta arrodillarme en alas de tu poder.
Ansió refrescar mi boca, con el agua de tu
caño… de la cual nunca me sacio, por mucho que la pueda beber.
Coges de mi cuerpo, lo que para mí es la
extensión más divina… moldeándola como plastilina, al antojo de tu ser.
Acoplas mi estandarte a tu pudenda parte,
rociando mis tambores de guerra con esa cera… que solo una reina como tú, saca
de sus entrañas… para dar placer.
Arropas mi gozo, dilatándolo en el tiempo…
con tanto ahínco y tesón, que me derrito como un terrón… que intenta no
fragmentarse en un continente tan ardiente, como pueden ser los poros de tu
piel.
Y para rematar la faena, arráncame la lengua…
con las tenazas que tienes entre las piernas… mientras observas como me
desmorono, como el rey moro que perdió su poder.
Y cuando acabemos esta contienda, y si tú
ganas la batalla… déjame que llore como
dama, lo que como caballero no supe defender.
Nadavepo.
En estas contiendas no hay perdedores tan solo dos ganadores. Fantástico poema
ResponderEliminarGracias Soraya. Besos.
ResponderEliminarTus poemas son como un buen guiso , los ingredientes y el buen cocinero hace el resto... gracias por hacer de tus relatos eróticos algo más que eso ... una forma diferente de leer y entender la sensualidad .
ResponderEliminarGratitud infinita Campi.
Eliminar