Bellos
cierres de acero, que al bajarlos me dejan descubrir las partes más erógenas de
tu cuerpo.
Me siento maquinista, tramoyista o hechicero,
cuando manipulo esas cremalleras que encierran carne de deseo.
Quiero empezar por la más larga, esa que me
enerva cuando deja al aire tu espalda.
Deleitado quedo el día, que bajándola por
delante veo aflorar tus gemidos de dos en dos, como lo hacen tu orto y tu
ocaso… que delimita las horas, que paso de tus senos mamando.
Vuelvo de nuevo a tu espalda, pero esta vez
desabrocho la de más abajo… asoma una manzana, me rio de Adam cuando dijeron
que pecaba, yo sí que pecaré partiendo con mi lengua tu fruta encantada.
Rodeo tu cintura, hasta encontrar tu cruce de
trenes… y al deslizar tu última vía férrea, tropieza con el más cálido de mis
deseos. Es el andén de tu estación, donde sin demora sueño con meter mi
locomotora.
Al contrario que tú yo solo tengo una
cremallera, de todas es la más pequeña, pero aun así es la que más fuego
encierra… por favor, desabróchala a toda prisa y deja que la presión alargue
este falo, que aunque no es de acero nos dará unos minutos de placer y espasmos.
Nadavepo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEsa sensibilidad cuando bajas las cremalleras, dejando la piel de la mujer a tu merced. Tus deseos más íntimos y tu morbosidad cuando escribes, se palpa y se siente en cada letra y cada trozo de este hermoso poema.Porque no existe mayor belleza que la de tus manos al describir cada momento y cada sentimiento. Muakkkkk.
ResponderEliminarAbrumado quedo con estas palabras que me dedicas. Eternamente agradecido querida amiga. Besitos
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