Quedamos para una nueva cita, ya sabemos a lo que vamos. No nos interesa
nada que nos distraiga, solo nos interesa acoplarnos hasta el último segundo
que dispongamos.
Vamos a lo seguro, nada de espontaneidad. Lo nuestro es vicio
incandescente, que nada lo puede parar.
No queremos miradas furtivas, queremos follar en plena libertad, por eso
buscamos el refugio de mi casa de campo, donde podremos saciarnos de gritar.
Cada vez que acudimos en busca del santo grial, no sabemos cómo el día
puede acabar. No tenemos trabas ni barreras, practicamos el sexo de cualquier
forma o manera, sin palabras consensuadas, sin rituales banales inventados por
gilipollas de la comedia.
No sabemos quién abordara primero, es uno de los secretos de nuestro
deseo incontenido. Llegamos casi sin poder dar un paso, pues con nuestros
achuchones vamos delirando.
Rodamos por el suelo, nos levantamos, caemos de rodillas y casi no
podemos alcanzar la orilla. Arrancando nuestra ropa, avanzamos como podemos,
cuanto delirio, cuanto deseo.
Aunque hoy no abres la boca, y ya desnuda te haces un ovillo. Rara
estrategia con la que llegas hoy, seguro que tramas algo para dejarme
sorprendido.
Intento coger tu coño con mi mano, me la paras y sonríes sin despegar
los labios. La intriga me devora, me mata, que será lo que ocultas entre tus
piernas, tantas veces acariciadas.
Hoy ni me muerdes la boca, ni me besas los labios. Andas con las piernas
juntas, dejándome acariciar solo tus tetas y tu culo. Eres tú la que manipulas
mi cuerpo, como anticipo a la llegada a lo afrodisíaco.
Por fin entramos en la estancia, ya casi de excitación desbordada, mi
fuerte erección está en pleno apogeo didáctico. Tú me coges por la cintura y me
dices.
─ Cierra los ojos y saca
la lengua.
Como militar bien adiestrado, obedezco sin rechistar la orden que ella
me da. Noto su lengua avanzar por la mía, curioso movimiento de enredadera, que
me envuelve como al árbol la hiedra.
De repente, noto su lengua carnosa que parece poseer dos puntas, una de
carne que es mi delirio y otra extraña que produce escalofríos en mí. Metal y
porcelana invaden mi garganta, que placentero me parece el roce de ese cuerpo
extraño, que me enloquece a cada lengüetazo.
Tatiana se separa de mí, me comenta.
─ ¿Te gusta mi sorpresa?,
me puse este piercing ayer.
─ Pezones erizados, culo
apretado y naufrago levantado, te parece lo que con eso has logrado. Respondí.
Ella sonrió levemente, diciéndome.
─ Aún queda lo mejor,
quédate de pie y contempla.
Muy hábilmente se sentó en la butaca del salón, yo inmóvil solo
trabajaba con la mirada. Estaba con las piernas cruzadas, suavemente levanto su
pierna y se deshizo, dejando sus muslos totalmente abiertos, toda su concha
estaba abierta de par en par, su clítoris parecía un gusano coronado con una
perla del mar. ¡Joder! Me puso a reventar.
Ensangrentados de placer quedaron mis ojos, no podía dejar de contemplar
ese clítoris taladrado, por un diamante de cristal.
─ Quieres hacer, o quieres que te castigue. Dijo Tatiana.
Hipnotizado avance hacia ella, y caí al suelo de rodillas. Me incline,
como el sediento que quiere apagar en esa fuente su tremenda sed. Lamia con tanta
desesperación, que los orgasmos se le desprendían, como perlas de granada
cayendo en el plato.
Mi lengua se contorsionaba dentro de su vagina, mientras con mi dedo
índice lubricado con su agua y mi saliva, penetraba su retaguardia de la forma
más divina. Hasta mi nariz la puse a trabajar, con ella envestía su piercing y
rebotaba contra su clítoris que no paraba de estirar.
Maravillosa pipa, cuantas veces la puedes dilatar. Me encanta cuando te
corres, porque veo tu cara con un gozo magistral. El último espasmo y ya estas
lista para follar, te levanto las piernas y dejo tu puerta abierta para poder
entrar, mi falo sigiloso entra sin llamar, que gusto más enorme al sentir tu
clítoris de acero con mi punta rozar. Te empotro una y otra vez contra el sillón,
tus órbitas están a punto de saltar y yo me agarro a tus pechos para más
profundo poderte penetrar.
Gotas de sudor resbalan de mi frete, tu cuerpo brilla untado por nuestra
mágica y personal vaselina. No podemos parar, tú casi ya estas pero yo tengo que
aguantar. Sin avisar y sin que yo lo pueda intuir, saltas como un resorte
arqueándote como alambre caliente, que corrida más brutal casi caemos al suelo
de tanto vibrar.
Saciada tú ya estas, lo noto en tu pelo tus areolas, y tu clítoris
infernal. Sudorosa te inclinas y me ayudas a levantar. Tu boca cae a la altura
de mi pene, solo deseas recompensar, me coges los testículos apretándolos sin
piedad y metes mi polla en tu boca hasta el final. Las sacas rápidamente porque
te da una arcada, meta conseguida pues quieres mojarla hasta el ahogamiento sin
respirar.
Tu balanceo, tus filigranas y tu manera de comerte mi polla, me
desmorona como castillo de lego cayendo en cascada. Ni un apuro más, no puedo
aguantar y tú lo acabas de notar, por eso frenas muy despacio y te dedicas a
darme en la punta de mi verga con el piercing, hasta hacerme derramar en una
tremenda sacudida, sobre tu boca y cara mi más preciado manjar.
Quedamos prestos para otra contienda con buen final, pero eso será en
otro capítulo de nuestro sexo liberal.
Nadavepo.
Viva el sexo liberal.
ResponderEliminarAleluyaaaa, gracias querida Dolors. Un beso.
EliminarMadre mía!!! Inmenso, como siempre...
ResponderEliminarMuchas gracias querida Mary Ann. Un beso.
EliminarHa sido un poema-relato tan intenso que me ha dejado con la boca abierta . Has descrito el sexo liberal con palabras tan exquisitas como perturbadoras. Tienes en tus manos el poder convertir un sueño en una realidad. Simplemente maravilloso mi querido Alex,muakks.
ResponderEliminarAbrumado quedo querida Marta con tu comentario. Solo tengo palabras para decirte gratitud infinita. Un beso enorme.
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