La seda fría del vestido de noche de color
negro, se deslizaba sobre la piel morena de Rut como una sombra a cada paso que
daba, ajustándose con una precisión impecable a cada curva de su cuerpo. Ella se detuvo frente al espejo,
un espejo de marco dorado y ornamentado con una serie de filigranas que le
daban un toque renacentista, una pieza muy antigua que reflejaba la luz suave
de la habitación… multiplicando el brillo de las perlas de su collar.
Sus ojos hacían un contraste asombroso según
la luz que les llegaba, bailaban entre azul, verde o color miel. Imposible
definirlos en aquella habitación de luz tenue, su mirada era un reflejo lento y
delicado de su propia imagen. La imagen de una mujer que se encontraba en la
cúspide de su belleza y poder.
El collar de perlas blancas, perfectamente
colocado en su cuello, era la única nota de inocencia en un conjunto de pura
seducción. Lentamente alzo la mano y toco el broche del collar, su respiración
se agitaba al imaginar el roce de otros dedos intentando desabrocharlo.
Al fondo de la habitación, sentado en un sillón de cuero de la misma época que el espejo dorado, se encontraba Asdrúbal. Estaba inmóvil contemplando absorto la escena, vestido con un impecable esmoquin rematado con su pajarita de seda. Parecía estar camuflado en la penumbra del habitáculo, su mirada no expresaba un deseo vulgar, mostraba una contemplación profunda, como el que medita contemplando un cuadro del Prado.
La tensión entre ellos era palpable, un hilo
invisible que vibraba en el aire hacia que sus mentes estuviesen coordinadas.
Al igual que él, Rut lo intuía, así que giro su cabeza solo lo suficiente para
atrapar el reflejo de Asdrúbal junto al
suyo en el espejo. En ese instante fugaz, sus ojos casi multicolores se
encontraron con los de Asdrúbal, que reflejaban una calma profunda. Una sonrisa
suave y cargada de significado curvó levemente sus labios, mientras en su mente
de preguntaba: ¿Es este el momento? ¿Me estas esperando?
Asdrúbal no necesito preguntarse nada, se levantó
lentamente del sillón y con el movimiento tranquilo y deliberado de un
depredador se dirigió a su presa, caminando sigilosamente hasta detenerse justo
detrás de su espalda. Su presencia, caliente y masculina envolvió totalmente a
Rut.
Asdrúbal inclino su rostro y murmuro con una
voz profunda:
− - "Perfecta".
Sus manos no
tocaron la tela del vestido, se posaron suavemente sobre el cuello de Rut,
justo sobre el cierre del collar. Ella cerró sus ojos sintiendo el calor de sus
dedos sobre su piel. Con una lentitud exasperante, Asdrúbal desabrocho el
collar de perlas sin dejar de mirarla a través del espejo. Las perlas cayeron
sobre la palma de la mano de ella, haciendo un suave ruido.
Libre de la única restricción, el vestido
negro de Rut parecía vibrar con anticipación. Asdrúbal deslizo sus dedos por el
escote del vestido, subiendo con su dedo índice, marcando un erótico camino
desde el esternón hasta su cuello.
Un gesto de placer se dibujó en los labios de Rut. La caída del collar sobre la palma de sus manos, fue el inicio de salida de una
Alejandro Maginot.
Continuara...
Una escena totalmente sensual.
ResponderEliminarEl observador y la damisela dejándose observar.
Lo has dejado en el mejor momento, eso está bien la intriga y el deseo son buenos aliados.
Gracias, por regresar con tus relatos eróticos.
Un abrazo , muy feliz tarde.
Gracias a ti siempre por leerme mi querida amiga Campirela.
ResponderEliminarEs verdad, hacia mucho tiempo que no escribía un relato erótico, pero esta vida no es una línea recta, tiene más curvas de lo que pensamos, por lo que no siempre podemos estar haciendo lo que nos gusta.
Espero haberlo dejado en un punto álgido, y los capítulos siguientes no defrauden al lector. Además quiero retomar una novela que deje a medias, y espero que esas curvas me dejen avanzar en ella aunque tarde más de lo esperado, pues llevo mas de cinco años intentando acabarle. Jajjajajaj.
Te deseo un bonito Domingo y te mando besos y abrazos para ti y toda tu familia.