jueves, 27 de octubre de 2016

La chica Argentina - segunda parte











  Me fuí acercando nuevamente, pero no sé porque sincronicé con ella y supe lo que estaba pasando. Sacó su lengua y lamió mi comisura, aún a sabiendas de que nunca me había manchado, pero ella lo había preparado de esa manera y yo la seguí. Lupe elevo su trasero de la silla para poder acceder con más soltura a mis labios, los cuales recorrió con la punta de su lengua de un lado al otro. Casi por impulso y sin despegar nuestros labios, nos fuimos incorporando y rodeamos la mesa hasta ponernos de pie. Nuestros labios se matasellaban una y otra vez, menos mal que solo quedaba otra pareja en el restaurante y algunos camareros, porque si no podrían habernos llamada la atención por el arrebato de ardor que sentimos en nuestras entrañas en aquel mismo momento, llegando a mordernos la boca mientras tirábamos de nuestros cabellos.

  Salimos volando del restaurante como cometa que se escapa al viento, vertiginosamente nos dirigimos hacia mi moto que la había dejado una manzana más abajo. Yo la elevaba de su cintura mientras la giraba entre risas lujuriosas, avanzábamos despacio jugando a la gallinita ciega, pero en vez de ponerle las manos en los ojos, se la ponía en los pechos dándole vueltas, estoy totalmente convencido que las ninfas del deseo nos habían poseído. Ella me besaba, se subía a caballo y mordía mi cuello ni una vampiresa me hubiera dado tanto placer.

  No podíamos dar dos pasos sin palpar nuestros cuerpos, no importaba las miradas ajenas, ella tocaba mi culo mientras yo pellizcaba su ombligo. La maquinaria del preámbulo erótico se había puesto en marcha.

  No sé cómo llegamos con ropa a mi ático, en el ascensor nos desprendimos de la mitad de ella, el frenesí invadía cada poro de nuestra piel.

  Al entrar en mi habitación y sin preámbulo alguno, la achuché sobre la cama, donde cayó de bruces. Casi con una prisa incontenible, empecé a subirle su falda tubular no sin dificultad, no paré de subirla hasta dejar sus prietos glúteos libres, soló un pequeño hilo de tela roja separaba tan poderosas nalgas.

  Aquel arrebato la excitó en demasía, yo sólo percibía su respiración agitada luchando por respirar sobre el edredón. Ella tumbada boca abajo se dejaba hacer y yo la martirizaba incrustándole su tanga sobre los labios de su pubis, a la vez que elevaba las gomas para después soltarlas con fuerza y que marcaran su precioso trasero, a cada gomazo una franja roja quedaba marcada en su dorada piel. Mi falo levantaba mi bóxer queriendo salir, la lujuria no me respetaba.

  Sin previo aviso y en un arrebato cavernario, arranqué el tanga de su cuerpo, dejando visible su ano y parte de su jugosa raja, hipnóticamente y sin poder evitarlo me arrodillé separando sus glúteos y empecé a lamer su culo y la parte visible de su coño, algunos orgasmos se le derramaban sin convulsiones, simplemente casi mudos, casi etéreos, mágicos diría yo.

  No me saciaba, por lo que la giré poniéndola boca arriba, abrí sus piernas en forma de tijeras y seguí lamiendo su voluptuosa almeja, con las manos apretadas a sus muslos empecé a erguirme elevando su trasero y parte de la espalda, hasta que llegó un momento en el que sólo tocaba con la cabeza la cama. Prácticamente levitaba mientras yo le comía todo el perímetro desde su ano hasta su clítoris.

  Sus corridas eran afrodisiacas para mi verga, que ya no tenía voluntad propia. Sin esperármelo rodeó mi cuello con sus piernas aplicándome una llave que me tiró sobre el lecho, en un salto de trinchera puso su culo sobre mi pecho y con desesperación bajo mi bóxer, empezó a masturbarme suavemente a la vez que se incorporaba y la introducía en su boca, el vaho de su aliento, la calidez de su lengua y la lubricación de su saliva, casi me desmoronan en la primera envestida.

  Yo hacía un esfuerzo tremendo por no correrme, mientras ella mamaba ferozmente mi polla a la vez que estrangulaba mis testículos con la mano izquierda, sudores arcanos recorrían todo mi cuerpo, el placer que Lupe me producía y el esfuerzo que yo hacía por no eyacular era la mejor combinación  para desmoronarme interiormente en trocitos de azúcar.

  Las vibraciones de mi cuerpo, le indicaban a Lupe el estado en el que yo me encontraba. Ella, sabiéndose conocedora de su potencia sexual y de que un golpe más de sus labios sobre mi polla haría que me corriese, decidió girarse poniendo su coño en posición para ser penetrado, con su diestra mano atrapó mi verga y apuntó la cabeza de mi glande hacia su zona de amerizaje, de una sola tacada se encajó todo mi falo en sus entrañas.

  Si duro fue aquel ensamblaje, más duro fue amortiguar las embestidas que vinieron seguidamente, su forma de cabalgarme era de locura yo tenía que agarrar sus tersas tetas para frenarla un poco, con el objetivo de poder aguantar mientras ella gozaba como una posesa. Nuestras carnes vibraban como ondas en el agua, no sólo por el movimiento también por el gusto eléctrico que recorría nuestros cuerpos.

  Follábamos dejándonos llevar por las neuronas del éxtasis y aunque todo era sudor, jugos derramados y convulsiones, nuestras retinas ralentizaban todo lo que sucedía a nuestro alrededor.

  Yo y mi mente perversa, había planeado sobre la marcha follarla de mil maneras, pero nos fué imposible, la energía que estábamos derrochando sólo nos daba juego para mantenernos en aquella postura, no necesitábamos más. No sé cuánto duro, lo que si sé es que hubiera parado el tiempo, en el momento justo en el que nos llegó simultáneamente la descarga, de las estrellas mágicas del placer.

  Serpentinas de colores, nubes de algodón, fuegos artificiales y un despertar de varios minutos, fué lo que nos regalamos en aquel encuentro.

  Quedamos enganchados el uno del otro, nos prometimos amor eterno mientras esperábamos su vuelo a Argentina. Pero solo duro diez cartas, diez correos, diez postales. Tú al otro lado, yo en este y por medio un sabio océano que nos dijo: El amor en la distancia es difícil de guardar, quedaros con el recuerdo aquellas horas, de véngalas, chispas y mágica realidad.




Nadavepo.






2 comentarios:

  1. Un relato tan intenso como apasionante. Porque una noche de pasión desmedida, un breve instante te hace subir hasta el séptimo cielo. Es una pena que su amor no pudiera ser por vivir tan lejos el uno del otro, pero todo lo que han sentido juntos, esas chispas y fuegos artificiales lo recordarán toda la vida. Leerte siempre es un placer Alejandro,muakk.

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    1. Placer, es tener lectoras como tu que siguen mi día a día, apoyándome tanto en un blog como en el otro. Quedo siempre muy agradecido a tus comentarios y a tu libertad a la hora de escribir. Besos querida Marta, muakkk.

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