Yo lamia tu cuerpo, con la misma pasión que chupaba mi
regaliz negro.
Que sabor más suave tenías, entre gusto a menta y canela mi
lengua se perdía.
Al olerte yo la cabeza perdía, por arriba a ébano y flores
tropicales olías.
Y entre tus piernas, todas las fragancias de los mares
tenías.
Entre sabores y fragancias mi cuerpo envolvías, dilatando
mis fosas nasales que ya gemían.
Mi vástago ya se endurecía, por el roce de tus manos que con
suavidad lo pulían.
Y mi lengua impulsaba la perla de tu ostra, que ya casi en
la cúspide se sentía.
Y nuestros orgasmos entre chocolate y nata florecían.
Y todo esto terminaba
en una ducha, entre agua cálida y fría.
Nadavepo.
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