Yo era inocente, cauto y moralmente decente.
Al menos eso yo creía, porque aún no te
conocía.
Al principio me enamore, de una pura y dulce
imagen.
¡Esa eras tú!
Pero te quitaste tu piel de cordero, yo como
el niño del cuento me asuste.
Ahora tire un paso hacia atrás, intentando de
tus zarpas escapar.
Pero me envolviste en un mordisco canino, que
cambio totalmente mi destino.
Tu lengua hechizo mi paladar, me dejaste mudo
y sin hablar.
Conforme recorrías mi cuerpo con tus manos, mi
inocencia paso a un tercer plano.
Cuando te arrodillaste delante de mi ofrenda,
tire la moral de mi conciencia.
Ahora que mi cuerpo vibra a cada roce de tu
pasión, descubro que no solo lo puro y casto puede ser amor.
Ahora me entrego a ti sin replicar, y descubro
que contigo tengo más que amor.
¡Tengo sexo, deseo y ganas de nuestros cuerpos
endulzar!
Nadavepo.
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