Me
levanto a las seis de la mañana, preparo el café a toda prisa la primera taza
se derrama, la tostadora quema el pan.
Cojo las llaves del coche y salgo a toda
prisa, cuando llego al garaje encuentro
una rueda del coche pinchada, no tengo tiempo para cambiarla corro para coger
un taxi. Para cuando llego al trabajo ya es tarde, mi jefe me espera con cara
destemplada, otro día otra bronca más.
Después de una mañana de locura laboral, como
en el bar de la esquina, en el cual es asqueroso hasta lo que se puede comer. Vuelvo
a acabar el resto de la jornada de trabajo, tediosa y eterna se me hace la
tarde.
Salgo para casa y como colofón, el atasco de
última hora. Llego a mi hogar, hastiado, cansado y cargado de negatividad, tú estás esperándome pero no me preguntas como he pasado el día, pues tú ya lo
sabes.
Me desabrochas la corbata, me quitas los
zapatos y me sientas en el sofá. Desapareces del salón para darme unos minutos
de solaz, es tu forma de prepararme para lo que viene a continuación.
Vuelves al cabo de un rato totalmente
desnuda, sin preámbulo te arrodillas ante mí, bajas mi cremallera y apartando
el bóxer coges entre tus angelicales manos mi dorada clavija, suavemente la
besas la lames con dulzura, empiezas a cargarla de corriente estática.
Me conoces bien, cuando más cargada esta
haces una magistral parada, dejando bajar los electrones negativos hasta expulsarlos.
Amartillas tu boca de labios de fresa sobre
mi clavija, esta vez ya iluminada por el color de la pasión más desbordante.
Sin darme tregua, buscas cargarla de nuevo, pero esta vez de electrones
positivos.
Una vez alcanzado el objetivo, me desnudas
sutilmente de cintura para abajo, con un movimiento firme atrapas mi clavija ya
plateada por el desbordante gozo que está sufriendo. No hace falta decir que la
introduces en tu mágico enchufe, voltios azules recorren todas las neuronas de
mi cuerpo.
Y cuanto más aguzas tú invalorable enchufe sobre mi falo, más y más descargas de
placer eterno, pasean por mi cuerpo. Mi mente queda en blanco, ya no recuerdo
nada de este nefasto día.
Tú ni tan siquiera te inmutas, solo sigues
soltando chispas de colores sobre mi pene, insistes una y otra vez con tus
descargas hasta que me llevas a un punto de no retorno, ese punto donde estallo
como un tremendo rayo, soltando electrones positivos que funden nuestros
fusibles, llevándonos al más atronador orgasmo.
Caigo hacia atrás sin poder abrir los ojos, tú
ya sabes que me has reseteado por lo que te levantas y partes hacia la ducha.
Yo quedo reflexionando, y me digo…
Que día tan estupendo he pasado contigo,
acoplado a tu mágico enchufe y olvidado del mundanal ruido.
Nadavepo.
El día no es como empieza, si no como acaba
ResponderEliminarCierto Manuela, gracias por leerme. Un beso.
EliminarEl día no es como empieza, si no como acaba
ResponderEliminarMe gusta como empiezas tu relato , es una manera cercana de atraer al lector a mágicos momentos , que por un instante dejan atrás los momentos cotidianos del día día laboral ..un saludo
ResponderEliminarBonito comentario Campirela, como siempre te mando un cariñoso beso.
EliminarBendita conexión.
ResponderEliminarGracias Dolors por leerme, besos.
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