lunes, 8 de agosto de 2016

La Estocada












  Me atraes sutilmente hasta tu ruedo, de albero fino y delicado… y yo sin darme cuenta. Quizás porque soy neófito en el arte de la tauromaquia, no entiendo de capotes, ni de suertes, aún menos de pañuelos rojos, blancos o naranjas.

  Pero intuyo por tu brava mirada, que de estos lares quieres darme una lección magistral… para que me quede grabada a fuego, y jamás la pueda olvidar.

  Sin dejarme ni tan siquiera reaccionar, me embistes con tus temibles pitones… coronados con solapas rosas de puro deseo, que dejan marcada  cualquier parte de mi piel, allá donde se posen.

  De un encontronazo, me haces rodar por el suelo, mientras con tu mirada oteas mis puntos vulnerables… aunque tu casta diría, a por él, a doblegarlo en su punto más débil. Tú lo obvias y buscas prolongar la corrida.

  Quieres llevarte mi rabo, como el trofeo más preciado… yo intentaré que trabajes la faena, lo haré de cualquier manera antes de que lo puedas conseguir.

 Como traje de luces, utilizas los poros de tu piel  desnuda… esos que yo haré brillar, como cristales de Swarovski. Cuando los haga sudar, como sudará tu lengua y la raja de tu culo.

  Me atacas pellizcando mis pezones, cual si pusieras un par banderillas de múltiples colores… yo suelto un fuerte bramido, pues empiezas a nublarme todos los sentidos.

  Intentas destacar en la arena, mientras anillas mis lóbulos con tus enérgicas y eróticas manos… en este lance muerdes mi lengua, derramando en ella la saliva de tu lujuria contenida.

  Quiero darte un quiebro magistral, inútil es pues usas la muleta y me vuelves a tumbar… esta vez abierta de piernas sobre mi boca, me pones sobre las tablas del deseo. Embisto y no puedo parar de  succionar, la borla que corona la entrada, de tu puerta de la capilla de mi gloria.  

  Afilas mi estoque, con todas las herramientas de tu fragua… deseosa estas de recibir, una estocada o dos o tres, o las que hagan falta. Para derrocarme apretando tus nalgas, y debilitarme agotando lo que mi escroto como un tesoro guarda.

  Monosabio me vuelvo, al arrastrar tu cuerpo por toda la plaza…  me sebo con tu negra raja, donde clavo con todas mis fuerzas, no sólo una sino varias estocadas. Bramidos, bufidos, hasta sonidos de sirenas se nos escapan, que gran ovación merecemos por esta faena tan bien bordada.

  Nuestros cuerpos quedan vaciados, pero no de sangre sino de los jugos de la naturaleza divina… que gran corrida, esta es la que merece todo el esfuerzo, esta es la que nos da la vida.




Nadavepo.
 



  

5 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias querida amiga Begoña, un abrazo con cariño.

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  2. Qué gran poema lleno de lujuria y pasión. Me fascina tu manera de describir un momento tan glosioso como especial. El deseo se mezcla con el amor y se funden en un instante único lleno de placer desmedido. Haces que me funda por dentro con cada palabra, muakkk.

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    1. Leer tus comentarios, imprimen carácter a mis escritos. Gracias querida Marta por leerme y comentar tan bonito. Besos, muakkk

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