Me
atraes sutilmente hasta tu ruedo, de albero fino y delicado… y yo sin darme
cuenta. Quizás porque soy neófito en el arte de la tauromaquia, no entiendo de
capotes, ni de suertes, aún menos de pañuelos rojos, blancos o naranjas.
Pero intuyo por tu brava mirada, que de estos
lares quieres darme una lección magistral… para que me quede grabada a fuego, y
jamás la pueda olvidar.
Sin dejarme ni tan siquiera reaccionar, me
embistes con tus temibles pitones… coronados con solapas rosas de puro deseo,
que dejan marcada cualquier parte de mi
piel, allá donde se posen.
De un encontronazo, me haces rodar por el
suelo, mientras con tu mirada oteas mis puntos vulnerables… aunque tu casta
diría, a por él, a doblegarlo en su punto más débil. Tú lo obvias y buscas
prolongar la corrida.
Quieres llevarte mi rabo, como el trofeo más
preciado… yo intentaré que trabajes la faena, lo haré de cualquier manera antes
de que lo puedas conseguir.
Como traje de luces, utilizas los poros de tu
piel desnuda… esos que yo haré brillar,
como cristales de Swarovski. Cuando los haga sudar, como sudará tu lengua y la
raja de tu culo.
Me atacas pellizcando mis pezones, cual si
pusieras un par banderillas de múltiples colores… yo suelto un fuerte bramido,
pues empiezas a nublarme todos los sentidos.
Intentas destacar en la arena, mientras
anillas mis lóbulos con tus enérgicas y eróticas manos… en este lance muerdes
mi lengua, derramando en ella la saliva de tu lujuria contenida.
Quiero darte un quiebro magistral, inútil es
pues usas la muleta y me vuelves a tumbar… esta vez abierta de piernas sobre mi
boca, me pones sobre las tablas del deseo. Embisto y no puedo parar de succionar, la borla que corona la entrada, de
tu puerta de la capilla de mi gloria.
Afilas mi estoque, con todas las herramientas
de tu fragua… deseosa estas de recibir, una estocada o dos o tres, o las que
hagan falta. Para derrocarme apretando tus nalgas, y debilitarme agotando lo
que mi escroto como un tesoro guarda.
Monosabio me vuelvo, al arrastrar tu cuerpo
por toda la plaza… me sebo con tu negra
raja, donde clavo con todas mis fuerzas, no sólo una sino varias estocadas.
Bramidos, bufidos, hasta sonidos de sirenas se nos escapan, que gran ovación
merecemos por esta faena tan bien bordada.
Nuestros cuerpos quedan vaciados, pero no de
sangre sino de los jugos de la naturaleza divina… que gran corrida, esta es la
que merece todo el esfuerzo, esta es la que nos da la vida.
Nadavepo.
Ufff impresionante
ResponderEliminarGracias querida amiga Begoña, un abrazo con cariño.
EliminarUfff impresionante
ResponderEliminarQué gran poema lleno de lujuria y pasión. Me fascina tu manera de describir un momento tan glosioso como especial. El deseo se mezcla con el amor y se funden en un instante único lleno de placer desmedido. Haces que me funda por dentro con cada palabra, muakkk.
ResponderEliminarLeer tus comentarios, imprimen carácter a mis escritos. Gracias querida Marta por leerme y comentar tan bonito. Besos, muakkk
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