Que mágica es la fuerza que ejerce vuestra
desnudez ante mí. Tan mágica, que me perturba el cuerpo y el alma… obnubilando
mi visión, quebrando mi voz; y haciendo latir con más fuerza mi corazón.
No quiero ni imaginar, cuando en vuestros
aposentos yo vuelva a entrar ¡lo que sucederá!… óleo sobre cuadros derretido,
al vernos fornicar; velas fundiéndose
caerán al suelo, para nuestro deseo intentar amortiguar; alfombras erizadas,
absorberán los jugos exquisitos que salgan de nuestro paladar; todo como en un
mundo mágico se tornara.
Vos abriréis vuestras cortinas, para que mi faro
de luz entre hasta vuestra cocina; esa cocina donde se fragua la calidez del
amor más dulce y la acidez del sexo más potente… ese sexo ardiente, en el cual
tenemos que ser muy valientes, para poderlo acometer.
Me desangraré, quitándoos el vestido, hasta
que pueda ver vuestro ombligo y gritar ¡llegue a tierra de Jerusalén! Tierra Santa,
donde alzaré al cielo las más emotivas plegarias, pidiéndoos que me galopéis
con la máxima pasión.
Perderé la noción del tiempo, mientras me
incrusto en vuestro cuerpo, por las puertas de la gloria o las del averno.
Sintiendo sobre mi tez, la calidez de la
sangre derramada, sobre el campo de batalla. Mi lucidez quedará perturbada, por
los brebajes que vos con sus labios posara sobre mi boca; y yo me reiré de Juana
la Loca, dudando… que como hombre, por amor pueda como mujer enloquecer.
Nadavepo.
Bravo, por este relato medio prosa, medio verso, pero sin duda has logrado llegar al lector de la tremenda sensualidad que hay en él.
ResponderEliminarEn él la insinuación es motivar al lector a imaginar y eso lo has logrado.
Un abrazo y una feliz semana.
Gratitud querida amiga Campirela, por todo lo que me aportas en tus comentarios. Te deseo un bonito fin de semana, abrazos con mucho cariño.
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