Narigudo y Sonrisitas estaban abocados a
desearse desde siempre.
Todo comenzó una noche de abril, en una
concurrida fiesta en las afueras de Córdoba; Narigudo se acercó a Sonrisitas
con temor a ser rechazado, pero parece que con el alcohol todo fluía aquella
noche de una forma casi desconocida para ambos.
Él, la podía oler, casi tocarla, oía su
vibración; pero él sabía que muy bien se tenía que dar la cosa para que su
dueño lo dejara salir de su encierro, que por cierto aquel día su mazmorra
tenia las paredes blancas; su amo solía cambiárselas a diario de color. Narigudo pensaba en Sonrisitas metida también
en su habitáculo, quizás rosa, tal vez negro, o en el mejor de los casos rojo;
a cierta distancia trataban de conocerse, aunque les resultaba difícil dado que
sus respectivos dueños no ponían los medios suficientes a su alcance, además estaban embutidos en los
vaqueros y la música sonaba a todo volumen, le resultó imposible hablar con
ella, incluso gritando no era oído.
Aquella noche, Narigudo se marchó para casa
trise y desolado, no sabía cómo Sonrisitas se había quedado, pero él se sentía en deseo desbordado pero en intenso
dolor de no saber cómo su dueño podía apagarlo. Antes de llegar a su morada,
Narigudo sólo recuerda que los efluvios del alcohol, hicieron que su dueño lo
dejara asomar la cabeza varias veces para soltar lastre, así que aquella noche
sólo vio la rueda de un vehículo aparcado de mala manera, al cual puso
chorreando con su agüita amarilla, quizás mi dueño quiso sacarme allí, para
castigar a dicho conductor por su pasotismo, también meé sobre el metal de una
farola, con el consiguiente miedo a quedarme electrocutado, mi dueño a veces se
portaba el muy cabrón como un KamiKaze conmigo, por último vi unos adoquines
mugrientos, en los cuales al salpicar puso sus zapatos como un traje de flamenca,
lleno de lunares.
Al
día siguiente al despertarse, Narigudo se sintió muy fuerte y vigoroso, había
montado una tienda de campaña con las sábanas pensando en Sonrisitas; estaba
muy contento pues su dueño por las mañana solía tomar una ducha, que al
contrario de un baño lo hacía especialmente feliz.
¿Por qué le gustaba más una ducha que un
baño? Pues era muy simple, en cualquiera de los dos momentos su señor lo dejaba
libre; cosa que lo hacía muy dichoso,
pero al contrario que en la ducha, en la bañera tenía que luchar por
tener su cabeza fuera para poder respirar, le aterrorizaba tener su ojo avizor
sumergido e asfixiado por la espuma, por el contrario la ducha era eficiente y
certera, las gotas chispeantes lo golpeaban haciéndolo ponerse de mayor grosor
y mucho más valiente… tan valiente, que si su dueño se descuidaba, podía
escupir a varios centímetros de distancia, sus escupitajos blancos; ni el mejor
escupidor de huesos de aceitunas, hubiera logrado superarlo en su alcance, él
creía que a su dueño eso le gustaba, pues cuando lo hacía, ponía caras
estrambóticas, además hacia ruidos guturales que ni yo mismo los podía
traducir; el caso es que cuando yo soltaba aquellos espermatozoides tan
juguetones, mi señor se relajaba y quedaba tan contento como marrano que se va
volando.
Narigudo notaba en sus erecciones, que su
señor echaba de menos a Sonrisita, pero con seguridad no tanto como él, así pasaron los días entre idas y venidas,
deseos y pasiones, y muchas ganas de volver a ver a Sonrisitas, sólo
sobrevivían al lento pasar del tiempo, retozando entre escupitajos blancos, de
la ducha a la cama.
Era sábado, tocaba salir, y yo contento de
ver a mi dueño acicalándose para ir lo más guapo posible, a una fiesta que
había sido invitado. Era en el chalet de un amigo suyo, la preparación fue
interesante, pues a la hora de vestirse mi señor, se vio negro para enfundarme
en aquel slip tan sumamente picante. ¡Joder! pero el tío era a veces tan bruto,
que si no entraba, era capaz de degollarme la cabeza.
Llegados a la fiesta, mi señor mientras iba
saludando a sus colegas, observaba más allá, yo puse ojo avizor por si a él se
le pasaba algo interesante, poder darle un toque de atención. Recorrió el
recinto con la mirada, mientras la gente no paraba de entrar, de repente mi
dueño se quedó clavado, observando como un ramillete de bellas señoritas entró
a la fiesta. Las fue desglosando poco a poco, pero mucho antes de que él se
diera cuenta, yo noté que entre aquel ramillete estaba Sonrisitas, pequé tal
respingo que acojoné a mi señor. Alegría a raudales me entró por mi cilíndrico
cuerpo, marcando mis venas como si fuera la Masa antes de ponerse verde para
entrar en acción. Mientras mi dueño
quedaba embobado, al cruzar la mirada con la dueña de Sonrisitas; yo trataba de
salir de aquellos dos envoltorios donde me hallaba atrapado, intentando hacerme
ver por mi alucinante Sonrisitas, que aún sin verla, ya podía intuir como
seria, pues cortaba en dos los vaqueros de su señora; tremendo cañón al cual yo
quería bajar desaforadamente.
¡Por fin! Después de unas horas de espera, mi
señor se encontraba en una de las habitaciones del chalet, con la señora de mi
amada Sonrisitas; ellos empezaron muy sutilmente y con mucha floritura, en el
preámbulo del apareamiento, Sonrisitas como dama refinada contenía sus
impulsos, yo como macho alfa y llamándome Narigudo; entenderéis que estaba como
un toro desbocado, ¡casi desabrocho la cremallera de mi señor a cabezazos,
antes de que lo hiciera el!
Cuando por fin mi señor y su señora
estuvieron desnudos frente a frente, y yo pude ver al natural a mi amada
Sonrisitas, los aspavientos de alegría y emoción, me hacían comportarme como un
niño retozón. Sonrisitas no dejaba de mirarme con su sonrisa vertical, mientras
yo empezaba a mostrarle mis chispitas cristalinas, con las cuales me frotaba la
cabeza, para ponerla brillante, antes de entrar en su morada, que uno es un
caballero de tomo y lomo, y no entro a casa de nadie de cualquier forma y menos
sin darme un poquito de brillantina.
Yo trataba de alcanzarla como el galgo a la
liebre, pero mi señor y su señora se lo tomaban con calma, aunque a Sonrisitas
ya se le caía la baba entre sus labios, es como que quería darme un
mordisquito, aunque os puedo jurar, que hubo un momento que me asusté un pelín,
pues lubricaba tanto, que en vez de un mordisquito, pensé que si aquello tenia
dientes, me podía arrancar la cabeza de un sólo bocado. Cuando llegó el momento
de acoplarnos, yo iba con algo de recelo, pues no sabía si saldría decapitado
de allí. Mi señor me apunto con mucha
certeza, sobre aquellos esponjosos labios, cuando me fui deslizando hacia
adentro, tuve que encender mi linterna de minero, para poder ver por donde
andaba, una vez dentro descubrí que ni el palacio de Buckingham ni la misma
capilla Sixtina, encerraban los tesoros que encerraba mi Sonrisitas en su
interior, terciopelo rojo envolvía sus paredes, mármol blanco su pavimento,
ámbar liquido bañaba mi cuerpo al balancearme dentro.
Yo disfrutaba mientras mi grosor aumentaba,
tenía miedo a estallar y ponerlo todo patas arriba, ¡pero es que ella me lo
pedía! Así que al unísono nos lo dijimos, ¡que sea lo que Dios quiera! Y que
salga el chorreón por donde sea… que ya nuestros dueños se encargarán de
meterlo todo por vereda.
Nadavepo
Madre mia..ajjajajajj mi aplauso para ti y esta vez con ovación y oreja aa ..Estupenda esa imaginación tuya, la forma que tienes de ir hilvanando con ese toque de inocencia y picardía un acto tan pasional como es desear y sentir a partes iguales..
ResponderEliminarMe gusto los nombres empleados para ambos. tanto Narigudo y sonrisitas.
Bueno, a estas alturas las palabras se me quedan cortas, si el anterior fue genial, este ha estado divino ..vamos que no me des a elegir pq no sabría con cual de los dos es mejor ..Gracias Alejandro, por brindarnos tus relatos y darnos momentos tan buenos de risas. pasión y a veces hasta llano ..Un abrazo feliz fin de semana.
Jajajajaja, que comentario más enérgicamente animador, pues anima a que mi imaginación vuele, creando personajes como estos dos. Uno es la parte comedida de la historia, y el otro el desaforado sin dos dedos de luces, pero de buen corazón, al cuál sólo le queda la imaginación. Te agradezco una vez más, al menos poder haberte sacado una sonrisa, es ese uno de los cometidos por los que escribo, ademas de haceros reír, porque no, también haceros soñar. Pasa una tarde de sábado, llena de esa sonrisa, que tan pocas veces fomentamos. Un abrazo con cariño.
ResponderEliminar¡Me ha encantado!
ResponderEliminarOriginal y erótico a la vez.
Besos.
Gracias querida amiga, te deseo un feliz resto de semana.
EliminarBesos
me gusta lo que leo
ResponderEliminarGracias, feliz tarde.
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